Hace unos días escribí una reflexión titulada "El despertar del terror ". Cuando le puse el título me pareció casi ofensivo y exagerado, sin embargo, a tenor de las reflexiones que encuentro en la prensa, precisamente de periodistas y escritores de diversa ideología, y diferente apreciación y valoración de la realidad que vivimos, me doy cuenta de que no era nada exagerado ese título, más bien, quedó algo corto en la definición del momento que estamos pasando y que llama a clamar en voz alta sobre todo cuanto ocurre a nuestro alrededor. El ejercicio de la política es una traición constante al ciudadano -es exagerado-, pero muchos ciudadanos perciben como tal la labor de los gobernantes en general. Es como si ahora, y de golpe, tuviéramos que hacer frente a los desmanes de muchos años de políticas manirrotas que, instaladas en las más adversas y múltiples formas de corrupción que han enriquecido a pequeños, mínimos e irrisorios personajes que ahora ríen y disfrutan las rentas de tal corrupción desde su magnífica finca, predio o feudo (es algo simbólico, también podríamos llamarla Bolsa, Ingeniería financiera y mil cosas más). La sociedad global, no dista de ser algo muy parecido a la división social en castas de la India, podríamos hacer un paralelismo, aunque resultara simplista. Leo a Almudena Grandes y tengo que darle la razón en esa exposición tranquila y trágica que hace de nuestro destino: el eterno camino de "Sísifo"; escucho a Iñaki Gabilondo y me aterra tanta cordura, al mismo tiempo, tanto silencio generalizado; y leo un editorial de Ignacio Escolar (mi hermano pequeño, como yo digo) y me convenzo de algo que es puramente simbólico: todo es una farsa, la democracia y todos los poderes de este país ( tal y como funcionan, tal y como se muestran a los ojos de la sociedad) sólo pueden explicarse desde una maldición pactada: "el hombre no sabe ser libre y su libertad está siempre condicionada a subyugar y reprimir las libertades de los demás". Silencio y más silencio, siempre silencio y confusión y al mismo tiempo ves como las clases más populares, menos cultivadas intelectualmente, no saben qué pensar, no se mueven como hombres y mujeres libres, no, ejercitan como ya he dicho en una ocasión confundiéndolo todo y asignando al oprimido el papel de opresor y creyendo que cambiar un gobierno es signo de un cambio real. Aquí hay un engaño manifiesto y alguien debería desvelarlo.
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