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lunes, 9 de julio de 2012

SISTEMA GLOBAL


Sí, existe un mal endémico en nuestro sistema global: se llama sistema financiero, y es el que nos ha convertido en esta suerte vergonzosa de ciudadanos de tercera integrados en castas y en un globalizado mundo en donde el ser humano viene a sobrar. Las obras de la ciencia ficción más aventuradas en las que se hablaba de situaciones de sometimiento absoluto ante un poder anónimo y poderoso se quedan, poco menos que obsoletas ante la crudeza de la realidad. Lo más extraño de todo es el anestésico que se nos ha dado no sabemos en qué cantidad para que las personas, los ciudadanos se vean a sí mismos como marionetas de una situación en la que nada pueden hacer –y lo más temible de todo es que no tienen voluntad de hacer- una mínima rabieta, y poco más. Rabieta en las redes sociales, rabieta incluso con los amigos con los que uno tiene confianza y puede hablar de estas cosas porque desconfiamos de todo el mundo –a quienes creemos infiltrados de no sé qué cosa, partido o sociedad-. Es pura ficción la realidad que vivimos. Se ha conseguido que un pensionista de tristes emolumentos vote al mismo partido que vota Rajoy, o la marquesa presidenta de la comunidad de Madrid o la diletante alcaldesa de la ciudad que le se ha conseguido que los ciudadanos se sientan poderosos porque comen todos los días y algunos, no todos, pagan sus facturas a diario; se ha conseguido que los trabajadores más pobres, afectos y sobre explotados por empresarios sin escrúpulos, se sientan auténticos grandes de España –y preocupante es comprobar como el panóptico de Bentham, convertido en sistema de control social según Michael Foucault ha servido realmente para articular esta estructura de castas que comprobamos como algo eficiente –castas a las que se les informa según su atribución real en la sociedad. No debe recibir por tanto la misma información un cabeza rapada del club Bilderberg, ejecutor de las directrices que le venden los cuatro, cinco o tres cerebros privilegiados que se han erigido en los auténticos dioses de una falacia llamada sociedad democrática