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martes, 18 de diciembre de 2012

Fin del mundo, Navidad y las terribles fauces del neoliberalismo



de Antonio Escolar, el martes, 18 de diciembre de 2012 


Permitidme escribir esta nota antes de que el mundo "acabe". No estaría mal volver a comenzar de alguna forma, volver a construir de otra manera y bajo otras variables un mundo mejor, con seres humanos o con dinosaurios - eso da un poco igual-. Acabo de leer unas letras de Patricio Hernández que entroncan con la visión Kantiana de la historia de la humanidad. Cassirer señaló que parte de lo humano reside en la empatía y en saber mentir, en saber mitificar cualquier cosa con el fin de inducir una respuesta acorde a los deseos de quien la inventa. 2012 ha sido un año cruel, un año de evidencias de cuanto de inhumano reside y se manifiesta en los humanos. He tenido que ser testigo, por desgracia, de las mentiras políticas que los medios de comunicación convierten en verdades a medias. He visto y comprendido que la maldad del ser humano es infinita, como su estupidez, al comprobar que millones de españoles permiten que una niña con una enfermedad (la que sea) es adoptada económicamente por alguien extranjero. He descubierto lo vacíos que están los corazones de las personas que ostentan un cargo público y lo podridos que se encuentran en almacenar y ganar un dinero que corresponde a mucha más gente. He vomitado al comprobar que la policía realiza su labor: perro de su amo, y le saca un ojo a pelotazos de goma a una ciudadana y cómo abre la cabeza a un niño de catorce años por pedir la paralización de los recortes que nos ahogan y que sólo pagamos las clases bajas. He sido testigo de cuanto he leído y comprobado como cierto en estos casi 366 días tempestuosos en los que las grandes corporaciones internacionales han mostrado sus garras contra una población cada vez más sumisa y menos capacitada para luchar por los derechos que les roban y que costaron muchos siglos conquistar. No sé si es buena idea que acabe el mundo tal y como lo conocemos. Deberíamos decir adios al miedo, realmente él es el culpable de tanta ignominia y tanta podredumbre en las democracias que hemos abrazado como el mejor de los sistemas de gobierno poniendo en manos de los voluntariosos y nunca solidarios maestros del capital el dinero de todos para que puedan quedarselo, ocultarlo y robarlo sin medida ni castigo posible. 




Lo de la Navidad no sé si será lo mismo sin el buey y la mula en los belenes del catolicismo. Es seguro que la navidad este año no será igual a ninguna otra y no por la falta de pagas extras, por la falta de coraje, por la falta de valentía, por la falta de lucha coordinada contra tan pocos y tan bien ejercitados enemigos. Nunca he sentido especial aprecio a la navidad y esos corazones henchidos de falsa bondad, de estudiado "bonachonismo", de falsas ofertas de corazón y todas esas pampilinas que obligan a una población a empobrecerse cada día un poco más, con sueldos de miseria, sí, míseros, con la incertidumbre de sentirte improductivo y una carga por el hecho de cumplir cincuenta años y no comulgar con ruedas de molino.



Este año he asistido a injusticias inigualables que no han tenido sino una mínima respuesta por parte de todos aquellos a quienes se les han hecho. He tenido que ver como la gente valiosa es apartada de su trabajo mientras queda y se premia a los pelotas, a los sumisos, a los babosos que sólo saben apuñalar por la espalda y hacerse un hueco en ese manido dicho: "Mientras no me toque a mí".... Bueno, un año inigualable, y la esperanza tocada de muerte ante las previsiones de un inminente ERE que amenaza (unos días más y otros menos) a los trabajadores que han sido mis compañeros durante los últimos 15 años. De cualquier forma y manera queda clara una cosa: Todo lo bueno y lo malo está en cada uno de nosotros y la lucha termina porque entendemos lo malo como bueno y lo bueno como malo a merced de los Marhuendas, Cebrianes y Ramirez del periodismo que conste que son ejemplos, que en cada provincia encontramos unos distintos con un sólo objetivo: el poder, simular que tienen poder y hacer creer a los demás que es así). 



Yo , como cada año, deseo lucidez a todo el mundo. Siempre he creído que el conocimiento es imprescindible para asaltar tantas y tantas podredumbres del ser humano, aunque sea cierto que el saber sin humanidad no sirve para nada. Sea como sea, antes de entrar en mi típica depresión navideña, os deseo a todas y todos, lo mejor, que como decía Lola Flores: "Todo sea muy rico y muy abundante" .