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sábado, 22 de febrero de 2014

LA MEMORIA CINEMATOGRÁFICA Y EL DELITO.

Si establezco un paralelismo entre escenas, historias, argumentos cinematográficos y la realidad cotidiana, igual buen número de personas (tantas como lean estas líneas) comprenderá cómo funciona el negocio de la corrupción. De la impunidad es más complicado hablar, por aquello de estar más acostumbrados a la máxima judeocristiana de que dios (el que sea) castiga a los malos y premia a los buenos. Todo muy simple hasta ahora; a partir de aquí juguemos con escenas y títulos del cine español de los 50 y 60 aquellas historias que, sin duda, han nutrido las mentes delictivas de quienes amparándose en la bondad de sus actos cercenan cuanto esté en su poder las libertades ajenas con el fin de santificar su libertad personal, su libre albedrío y por su puesto su  libertad sin ira (libertad).


No sé si empezar por "La gran familia" o por "El Verdugo", ambas pueden darnos una idea de qué ocurre en la España actual, de cómo todo está organizado de una forma "cuasi religiosa" con el fin de imponer, seguir imponiendo y (conseguirlo con abrumadoras mayorías) propósitos, leyes, situaciones que realmente convienen a una minoría (¿?), por cierto mínima, la de las cuentas en Suiza u otros paraísos fiscales y aquella que mantiene privilegios ancestrales a lo largo de generaciones, como antaño, como antes de la llegada de la democracia, al amparo de una justicia que trabaja más rápido para las grandes corporaciones o empresas particulares que para la sociedad irritada y no silenciosa.

 La película de "La Gran Familia" nos enseñó en su momento que una familia unida consigue lo que haga falta, porque el esfuerzo común recompensa siempre el individual (cosa extraña en un régimen como el de Franco) pero de ahí que a partir de esa idea de la ayuda de hermandad, todas las grandes corporaciones y empresas hayan hecho "pandi" con un partido que les puede sacar las castañas del fuego por unos  mínimos incentivos recaudatorios (aún por ver según la justicia), ésa que en otros países como Grecia (no tardará mucho España, aunque tenemos ejemplos peores) persigue a periodistas por hacerse eco de publicaciones en el Boletín Oficial del Estado. El caso es, que al amparo de aquella "obra" que caló con rapidez se han resuelto las mil y una peripecias de recalificación, las miles de concesiones fraudulentas, como favores personales, favores de hermandad, pero, claro está, para esa hermandad que ha sabido que los tontos se despiertan todos los días y que las privatizaciones de los políticos imputados o simplemente "afanados en construir un mundo mejor" (mientras defraudan al fisco, igual que empresas y corporaciones), creen que será la mejor forma de conseguir la vía libre para sus planes de "robo" para quienes están en contra y liberalizadores, para quienes están en el ajo.



 Ahora no hacen como en la época y las películas de Franco que interrumpían la programación de la tele para buscar a Chencho, ahora Ada, sin Hache, la vetan por tener una capacidad de expresión muy por encima de la media a la hora de sensibilizar a una población que de por sí es sensible, y se siente satisfecha de poner un pobre en su  mesa cada tarde en un programa de RTVE que causa vergüenza ajena en Europa, mientras su presentadora se mete en el bolsillo 1400 € diarios. La Gran Familia adquiere por tanto poderes insospechados mientras una vez más gasea con opio lacrimógeno a un pueblo, la verdad, sesteando constantemente con el fútbol y con los pormenores de la separación de Karmele o con esas importantísimas declaraciones "farsantes" del gobierno con la manipulación de datos, palabras, lenguaje, ideas, medios y cuanto haga falta para dar una imagen adecuada a sus quehaceres, aunque la prensa mundial sea capaz de ponerlas en entredicho por falsas. Esta gran familia mueve líneas férreas, escatima seguridad en proyectos ferroviarios en los que han muerto gran número de personas, echa a la calle a miles y miles de niños y mayores de sus casas por un afán recaudatorio sin límites, olvidando que familia somos todos, no solo ellos, olvidando con vehemencia que las cosas de todos son de todos  y no deberían tener capacidad alguna para convertirlos en propiedad exclusiva de los miembros de la gran familia, la gran familia que construye aeropuertos vacíos y privados que pagamos todos a 22.000 euros diarios del ala comunitaria, del presupuesto que recorta sin límites de la sanidad de todas las familias, de todos los estudios, de todas las cuentas que deberían servir para construir un país mejor y que curiosamente construye grandes fortunas, maceradas acumulaciones de cuentas en Suiza, o grandes fraudes a la hacienda pública. La madre de la "Gran Familia" pidió que la mataran, supongo que de vergüenza ajena por la metáfora que desplegaba ante los españoles en la época, ideales que han sobrevivido, con un abuelo que se murió de pena (he querido creer siempre, y hablo de mi adorado Pepe Isbert, aquel que tan bien parodió -o no- a Franco en el balcón de Villar del Río) y con unos hijos que dieron lugar a la peor "calaña" en secuelas posteriores, igual que la realidad. 
En unos días escribiré sobre El Verdugo  o Atraco a las tres, dos buenas parodias que explican gran parte de nuestra idiosincrasia, en gallego, vasco, catalán y castellano.

miércoles, 19 de febrero de 2014

CALIENTE M [IND] UNDI 20140219

En vista de lo diferente que resulta informarse cada día de la situación que vivimos, según seas socio, adepto, simpatizante o simple admirador de un medio cualquiera, he concluido que lo importante siempre no es el fin, es el impacto, la intención con la que se lleva a  término y poco más. Quienes hemos vivido (y pensamos seguir haciéndolo del periodismo) somos conscientes de una realidad: esa cosa  se ha convertido en  una actividad de relaciones públicas y no publicar aquello que te prohíben (Es una definición de George Orwell, no mía, como he podido leer ) y a la vista está por varios motivos: es suficiente que alguien tan sospechoso de credibilidad (sí, lo he dicho bien) como pueda ser el consejero delegado que cobra 14 millones y medio de Euros al año por "consejear" un consorcio de empresas de comunicación camino y proceso de una derechización sin precedentes, salga a la redacción de su periódico a arengar a sus trabajadores señalando que eso no es cierto que el periódico no se está derechizando pero que van a cambiar al director con fines netamente periodísticos (El mundo, La Vanguadia y El País) (tampoco se sabe muy bien qué es derechizar un periódico o una empresa, o sí) o centrarlo en una corriente de acuerdos comerciales que sean una contra oferta a esos medios que han nacido muy libremente y que se comen por los pies a las grandes empresas de comunicación de este país, con una capacidad nueva de movilizar sus titulares en la red y, sobre todo, alejarse de las perniciosas servidumbres a la banca, aunque haberlas probablemente las habrá (siempre encuentran una forma para hacerlas visibles y evidentes); otro de los caminos por los que transcurre esta nueva vía de incorporarse a una información menos domesticada de lo habitual es encontrar que esa información tiene un eco internacional que no poseen los grandes medios, pesados y edulcorados con noticias sobre relaciones públicas y no denuncias sobre situaciones, conflictos, hechos, noticias. Voces de antaño y voces nuevas se unen para denunciar en la red formas evidentes de conocer una información sin la alta cocina a la que nos tienen acostumbrados y saber exponer a la evidencia que un trozo de negro muerto (perdón por la expresión, pero nace de la evidente forma de trato que han recibido del ministerio del interior y la guardia civil) no vale nada, como la vida, aquella canción  que yo recuerdo cantada por Soledad Bravo, pero que firmó Pablo Milnés y que no era otra cosa que una denuncia 40 años anticipada de lo que ahora nos ocurre y adormece como imbéciles dispuestos a ver cualquier actividad delictiva gubernamental como una simple gran maniobra de defensa de la nación española. Es más, estamos acostumbrándonos con mucha frecuencia a que todo aquello que tiene más de 10 horas de vida, como titular, no entre en nuestro criterio de atención o lectura. Alguien ve  las movilizaciones de Kiev como quieren que las veamos o como realmente son, qué conocimientos reales de la situación tenemos los españoles de un movimiento que se dirime en la calle como tantas y tantas propuestas criminalizadas por el gobierrno y la delegación del gobierno en Madrid o por ese adalid del Opus "martilleandi" que es el ministro del interior, vergüenza europea capaz de criticar las vías de comunicación por las que opte cualquier comisario de la UE.

martes, 11 de febrero de 2014

¿QUIÉN MIDE LA AMARGURA? ¿QUIÉN LA DETENTA O QUIÉN LA PROVOCA?

Sencillamente no lo sé ni lo sabré nunca. Ahora bien, en un escenario hipotético de interpretación de realidades concretas y cotidianas llama la atención que nadie sienta responsabilidad sobre la causa del dolor ajeno. El dolor y el amor son infinitos, aunque también infinita es la indiferencia, esconder la cabeza y convertirte en carne ajena al mal causado. Me hace rabiar sentirme víctima de nadie o nada, pero lo soy: soy victima de una injusticia, soy victima del dolor causado por una muerte fortuita y soy, ahora mismo, hoy mismo, en esta hora y este minuto, víctima de cualquier conjugación de los astros, caprichosa venganza del tiempo o quien sabe qué extraña pócima envenenadora del alma. Hoy me siento más fuerte que ayer y que antes de ayer, pese a ser más víctima de las circunstancias, las malas acciones (egoístas y aberrantes, siempre perdonadas) de unos cuantos, no sé si muchos o pocos que son capaces de decidir sobre la ilusión ajena, sobre la vida de los demás con un derecho que casi siempre viene iluminado de algún cielo mentiroso y lleno de falaces historias con las que atontar a quienes prefieren la sumisión a sentir el orgullo de no darse por vencidos.

Durante el último año he sido "victima" de múltiples desprecios: el más doloroso fue el causado por la dirección de Onda Regional de Murcia cuando me condenaba a una perpetua sensación de inutilidad sin merecerlo, y no solo a sabiendas, también con la certera percepción de acallar una voz que siempre se ha sentido libre (puede que desde la ignorancia, pero libre). No solo la dirección, cuánto daño puede hacer algún compañero venido a más por nepotismo y conocedor de documentación que los británicos han dado en llamar "black mail", o por el "enchufismo" baboso de quien se sabe protegido con saber bailar al son  que le dictan y hacerlo con galanura, también ejercitando una voluble calidad ética, difamando a compañeros a los que se muestra como amigo y, sin embargo, son usados sino como pequeñas monedas de cambio en sus planes de ascenso periodístico -en un momento en el que el todo vale en la profesión- en un devenir que está (perdón por la redundancia) validado por una constante sangría de despidos, más o menos justificados, presiones que llevan a la calle a gente que asume el rol de periodista y que pocas veces lo es cuando realmente tiene que serlo, aunque nunca confundamos la profesión con una gestión ética más o menos acorde a ciertos preceptos de justicia. No hace mucho leí una frase de Azorín que señalaba que "la justicia era menos perseguir el cumplimiento de la ley que remediar injusticias", y la verdad sea dicha, a esa frase el tiempo le ha sentado muy mal, tan mal como sienta ver que tras dos años de reforma laboral la sangría en el empleo es brutal y nadie se queja, o asistir con ceguera, sordera y sin manos a cuantas anomalías detecta la obedecible, deducible e indecible justicia. Aunque el gran mal que nos aqueja, no es la injusta forma de impartirla sino la impunidad con la que una y otra y un millón de veces se demuestra que es todo más ideológico, interpretable para unos que para otros y, por supuesto, cambiante en función del número de responsabilidades estatales que uno tenga; a veces ni eso, tan sólo depende de quien sea tu padrino, tu apoderado en la sombra, tu amigo del alma en la intimidad.  La absurda comparecencia de la realeza en un juzgado no contrasta con la suspensión de un juez por esclarecer un delito, mucho menos apartarlo de la carrera judicial tras convertirse en una especie de mosca "cojonera" para un tinglado que día a día permite ver mejor su fisonomía y sin embargo, terminará siendo una noticia pasada y que hastía hasta quien la intenta seguir en los medios de comunicación más o menos libres que nacen a la sombra de los centros de poder, de los bancos y de las corporaciones con intereses no solo mediáticos también financieros.  Ya ven que pongo pocos, muy pocos nombres propios, y no lo hago por falta de ganas, sólo por prudencia, la misma que desdeña la clase política, (espero que no sea el ejemplo a seguir por todos y cada uno de nosotros infinitamente) o la clase judicial. No entiendo que se hable de renovación en una pocilga de servidumbre sin igual en Europa. No entiendo que se mencione la renovación de las instituciones sangrando la realidad a cada momento para convertirla en un imposible metafísico. Nadie debería poner una palabra en su boca sin meditar mil veces antes qué es lo que dice, por qué lo dice y a quién lo dice, antes que decirlo por decirlo y sin salpicar de deshonor toda una actividad que la población española acogió como un acto de fe, una creencia infinita en la prosperidad comunal que marcaría para un todos, ahora convertida en unos pocos. Las insignias mafiosas de los poderes fácticos, las mentiras convertidas en medias verdades y las medias verdades en verdades no cumplidas. El alterado lenguaje, con el trastorno típico de quien desde un "sermonero" o púlpito prosigue inventando lenguaje eufemístico y reciclando la realidad en función de unos intereses bastardos nos convertirá, finalmente, en repugnantes ciudadanos capaces  de cualquier cosa y lo contrario.