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viernes, 10 de enero de 2014

SALIR ESCALDADOS, PERO IRSE

En el comienzo lo importante: No me gusta en absoluto la España que queda tras los recortes. Dicho lo importante queda lo accesorio, pero resulta que lo accesorio es constituyente de lo importante, así que allá vamos: Vivo en un país que me ofreció una imagen de sí mismo estudiadamente falsa, un país que, en aras de aquellas proezas que la democracia sería capaz de realizar, iba a convertirse en aquel que ni "la madre que lo parió" conocería; un país o estado o España o nación, -que nunca supe donde estar- en el que los viejecitos eran lo más importante, la juventud tenía un futuro arrollador, la libertad se ejercía a diario y el soñar era "gratis para todos". De la noche a la mañana como en una mala pesadilla me encuentro que mi mejor amigo no puede pagarse un tratamiento médico  que vale 30 euros/mes, que un anciano ha dejado de tomarse las pastillas del colesterol y la tensión porque con lo que paga puede hacer alguna maravilla con la que agasajar a su nieto después de dejarse la mitad de la pensión en una hipoteca, con cláusula suelo y todo, del piso de un hijo que quedó parado y no encuentra trabajo, ni siquiera indigno, tras agotar todas las ayudas recortadas. Mi vecina ha decidido dejarse las canas al viento, ahora -nunca antes le gustaron-, las canas, sí  soltar su melena y sonreír como una  princesa. Veo a mi alrededor esa tristeza que brota, no del desánimo, sino de un poco más adentro, de la impotencia, una tristeza apática que paraliza cualquier acción considerada honorable u honrosa porque esos términos no tienen sentido para nadie; bueno sí, para quien imputado o condenado por corrupción sigue apelando a él (el honor de Don Mendo) como buen  hidalgo español antiguo. Percibo a los niños aún más viles de lo que pueden llegar a ser por falta de una educación cercana, del día a día, serios, mal encarados, poco sociables, poco de todo, excepto lenguaraces y también los he visto, perdón, violentos con sus abuelos, con la gente que encuentran a su paso y no les  toca nada. En fin, visto el panorama, me iría: lo juro o lo prometo, pero no puedo. Tengo que cuidar como sea de mi mínima familia. Además, acabo de leer que en Siberia dos supuestas personas  han cortado sus orejas después de perder una apuesta, mi radio de acción se acorta  mucho, pero me iría.