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domingo, 26 de octubre de 2014

Tenemos ¿un problema?

Hace meses que no me ejercito en escribir reflexión alguna que no tenga más de 140 caracteres y,  lógicamente, no es bueno para la salud intelectual mantenerse alejado de la opinión y la praxis de la escritura. También es cierto que el hastío ante la avalancha de despropósitos que vivimos complica centrarse sobre un tema cualquiera y desarrollar siquiera una opinión más o menos clara del asunto con argumentos y ejemplos que vienen a justificar cualquier posición intelectual. En principio porque la información recibida posee una frágil cantidad de realidad,  de contundencia; y si la posee, el argumentario político de los medios, la difumina y la disipa como una neblina que termina por desaparecer en otras bocanadas de información a las que les ocurre lo mismo, obligando al sujeto a olvidar con conocimiento de causa la intención, la importancia y la gravedad del asunto. Que hayamos tenido en menos de un mes avalanchas informativas de todo tipo, pompa y circunstancia dice demasiado de la situación que vivimos los españoles como conejillos de indias de no sé que proyecto de estudio sociológico que ha ordenado nadie sabe quien, pero que nos convierte en verdaderos objetos de estudio del comportamiento humano al ser bombardeados, torpedeados y casi rematados con tanta información que termina por resbalar, dispersarse, olvidar y retraerse ante hechos que lejos de mostrar nuestro desinterés debieran encolerizar nuestros espíritus y hacernos convulsionar ante tanta podredumbre, ante tanta falacia permitida y alentada por los voceros de un régimen, debiera iniciar una reacción en cadena de violencia verbal e incluso física y que, sin embargo, genera respuestas bien diferentes entre los ciudadanos, entre los componentes de una sociedad que tendría que reaccionar ante los atropellos de la Justicia, los desmanes de un Gobierno despótico, ante la corrupción de un partido que maneja las tesis "goebelianas" de comunicación como nunca antes se hizo en democracia, ante las respuestas tibias de una oposición perfumada de "Loewe" y otra oposición ajena a todo aquello que no signifique cuadrar sus propios intereses políticos y nacionales. 

Hemos caído en  un proceso de regeneración democrática que pasa por varear el centenario árbol de la corrupción con pajitas de cebada. Asistimos a la más vergonzosa de las realidades sin posibilidad alguna de respuesta de un pueblo amordazado por leyes que no penalizan más que a los robagallinas, como hemos oído estos días. Seguimos perplejos ante las decisiones judiciales que se materializan en autos contradictorios y de una injusticia infinita en un sistema especialmente creado para que así sea. Encaramos el cinismo de los políticos en ejercicios de estulticia imponderable: desde la muerte de un perro inocente a la criminalización de una profesional de enfermería que casi da su vida noblemente por propia voluntad mientras lee aterrada entre los estertores de la muerte cómo la insultan, maltratan y vejan unos señores y señoras que producen el mayor de los ascos sociales sin que sus actitudes sean recriminadas por nadie en una democracia con más de cuarenta años de solera. ¿Significa esto que todo es una falacia? ¿Significa que tenemos un problema? Desde luego, supone algo: aclara y apunta a que la sociedad española tiene problemas muy serios de percepción de la realidad. La comprensión oral y escrita debemos -como media- tenerla suspendida muy deficientemente porque no puede aceptarse desde unos mínimos de justicia social que la ciudadanía tolere como lo hace cuánto le pasa y de la manera en que le ocurre. Los cantos de sirena a que nos tienen acostumbrados los medios de comunicación, empobrecidos en juicio periodístico, tutelados por bancos, poderes espurios, sectas, no son sino mentiras envueltas en celofán "goebeliano" que nos apartan de la realidad del mensaje o conducen a la vanalización, disipación, ocultación y no identificación de la información real. 

Algo queda claro en estos últimos años: la aparición de una prensa que transmite, al menos, credibilidad porque está ajena a la soga del poder bancario y político: mi enhorabuena. Pocos, creo, saben qué significa trabajar con el tiro corto y la asfixia regulada por cerdos engordados con sueldos de una administración que sabe con quien debe aliarse para obtener el mejor rédito electoral y cuyo "leitmotiv" periodístico es ensalzar a figuras imputadas en sórdidos casos que el aparato de su partido prolonga y prolonga hasta que prescriben, exonerando después a quien siempre fue culpable, lo supo, y por "picaresca" contable  e ingeniería procesal queda libre con la caradura más reforzada que nunca, no viendo "jaguar", "confetti" o sobres con quien sabe qué; por tanto, uno  no debe preguntarse. Debe afirmar y con contundencia: tenemos un serio problema. 

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