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viernes, 30 de marzo de 2012

RICARDO MIRELES GRACIANO

No puedo creer lo que termino de leer. Nunca he conocido a Ricardo más que por su bondad personal y su locura fresca y generosa, inteligente y dolorosa. Plena de sentimientos contradictorios que  siempre fueron una mágica manera de entender el mundo, de entender la vida. Todo ello desde la lejanía de un chat, todo ello desde la  frialdad de la distancia más exagerada entre culturas distintas, y sin embargo, su sabiduría era extraordinaria, su comportamiento exquisito y su bendita locura contagiosa. Una memoria digna de un genio. Ricardo me enseñó a sobrevivir una vez que el mundo quiso complicarme la existencia hasta el máximo aburrimiento, supo tocar esa tecla a diario con canciones extraordinarias del México de los boleros, supo hacerme reír y sonreír constantemente con sus ocurrencias. Fue mi amigo más íntimo en la lejanía más extrema: la incomprensión. Nos veíamos las caras y mostraba siempre esos mil rostros que enmarañaban su personalidad sin dejarse ver nunca, al tiempo que miles de pátinas encubrían comportamientos honrosos, hidalgos y pueriles. El niño siempre vivió entre la torpeza de los adultos, que no permitieron que ratificara un arte tan excelso como el que mostraban sus pinturas y sus esculturas, sus obras amanuenses capaces de representar un fresco italiano del Cuatrocento o recrear la cama de César Augusto.

No puedo creer que no vaya a recibir un mensaje más, una charla más, una foto más y una enseñanza más: la de su destreza como gran comunicador, a pesar de ser siempre un ser envuelto en brumas que impedían percibirle al natural, desnudo, con una sonrisa escondida tras una tristeza. Amigo Ricardo, ya no podrás enseñarme a perfeccionar el "sfumatto" o el "cangiante de mis dibujos a carbón y de mis láminas toscas, hechas con más cariño que ingenio. Amigo Ricardo, no hace muchos días me preguntaste por uno de los seres que más he querido en mi vida: mi perro Brisa y te comuniqué su muerte sin saber que estaba la tuya tan cerca, a pesar de pedirme que te contara cosas, como antaño, de mi universidad, mi casita de campo y mis zozobras como ser humano. No sabía que despediría Marzo con tanta tristeza en mis ojos, no sabía que te iba a echar tanto de menos sin haber estrechado jamás tu mano. Sabes que no creímos nunca en los reinos celestiales y siempre en el "Carpe Diem", ahora sé que tu corta vida ha valido como treinta vidas ajenas, por un ingenio que siempre fue apagado por la loca incomprensión. Amigo Ricardo, cómo siento hoy tener que decir que has muerto y que no estás tras este invento cibernético  y que no tendré la posibilidad de recibir una respuesta más elocuente y más grandiosa intelectualmente que la mía. Amigo Ricardo, cuando  pueda llorar por este impacto que he recibido hace unos minutos, me romperé en pequeños cristales (como tú decías) para fundirme más fuerte. Aunque esta ocasión una parte de mí dejará de tener esa confianza extrema en un ser a quien jamás olí, jamás estreché su mano y jamás abracé, a pesar de haber recibido mas estima y cariño que  de muchos de los que me rodean fisicamente. Amigo Ricardo, no puedo entender tu muerte.

lunes, 19 de marzo de 2012

¡NO ENTIENDO DE POLÍTICA!

Una frase que escucho con frecuencia, demasiada. El hecho de no entender de política ¿te da, confiere, algún derecho adicional sobre quien sí intenta configurar una ideología  que se acomode a sus expectativas de futuro? No diremos que es fácil, ni mucho menos, sobre todo cuando los políticos traicionan con tanta facilidad a sus electores, situándoles en el no sé, no contesto, me dejo llevar por impulsos. En el país de los millonarios de "a cinco euros" es lógico que los deseos sean como se muestran en estos instantes. Pensionistas de "a cuarto y mitad de pensión" votando a la derecha, "nimileuristas" votando a la derecha, trabajadores con una nómina pelada y más que pelada, recortada y muchas veces, muchas, magistralmente alterada para que hacienda no sea consciente de una forma muy directa de evadir dinero "B", también votan a la derecha, y no sólo eso, aplauden cuando los diarios más extremistas (de la derecha) efectúan esa extraordinaria  magia de convertir lo "bueno evidente" en algo desdeñoso e indecente. Sé que suelo extremar mucho mis respuestas a ciertas provocaciones que escucho en los alrededores entre gente a la que verdaderamente aprecio y de la que, sin embargo, lamento su inclinación política a creer que el mundo del liberalismo extremo es el mundo que necesita una sociedad, cada día, más ahogada de libertades  y de derechos. La reforma laboral que presenta el gobierno actual con esa, displicencia malévola, de quien sabe que lo que ofrece es tan exagerado que luego matizará de alguna manera  para dejar esa sensación a lo ´Lisa Simpsom de haber hecho bien las cosas, intentado al menos, con un espíritu de "bonhomía" quedar lo mejor posible ante el electorado. Todos los días me pregunto lo mismo y no llego nunca a una respuesta  que me satisfaga -será por mis graves carencias intelectuales- ¿Cómo puede un pueblo tan pobre como el español, en general, en renta medida por ganancias, con el número de parados más amplio de la Unión Europea, ser un país de derecha? de la derecha que anima a los empresarios a que despidan a gente por faltar al trabajo, justificadamente, nueve días en dos meses, que facilita que las embarazadas queden en la calle, que permite que el trabajo se convierta en esclavitud. 

¡Ah! Por cierto, estas reflexiones, por pueriles que sean, son muestras de una cierta iniciativa a entender que el mundo debería ser más justo, más libre y todas las cosas -más- en las que me eduqué, así que agradeceré los comentarios y las críticas, pero entiéndase -y que buenos recuerdos me trae esto- es el "diario de un naufrago" que persiste en los principios que aprendió de su humilde familia y de la gente extraordinaria que me ha educado con su bondad y su grandeza moral. Y es más que evidente que piense lo que piense siempre respeto las ideas ajenas, otra cosa es que esas ajenas ideas sean capaces de moverme un milímetro del espacio ideológico que habito.

lunes, 12 de marzo de 2012

ENTRE VÍBORAS

Da la sensación de que la cosa se pone fea, después de unas manifestaciones tan pobres como ruidosas (lamento utilizar estos términos pero realmente, no pueden calificarse de otra forma ante la gravedad de lo que intentan robar a los trabajadores). Esta constante criminalización del trabajador tiene que acabar. Las máquinas son más eficientes, lo sabemos. y probablemente un día de estos estemos de sobra en el mundo -de hecho ya sobramos la mitad  o más- y sin embargo, no se puede hacer una tierra como la que estamos construyendo. Cada vez que veo esos rostros, no ya de caraduras, más bien rostros pétreos que sólo ven cifras donde tienen -obligatoriamente- que ver personas, siento la necesidad de gritar con todas mis fuerzas qué, ningún humano puede alejarse tanto de su especie como para provocar la debacle de un gran número de miembros de la misma, pero, al mismo tiempo, recuerdo que desde mis primeros años de vida, en televisión, he visto como la humanidad queda impasible ante lo que no le afecta más que lejanamente. Los sentimientos de solidaridad son por afinidad,  o por empatía, pero tienen que producirse ahí donde el ser humano sea consciente de qué afecta a otro especimen y hacerse partícipe de su sufrimiento. En cuanto no hay contacto real, cercano, a los seres humanos les importan tres pepinos lo que sientan o padezcan sus congéneres y  para colmo de los colmos, las religiones se sitúan siempre como mecanismo orientador del sufrimiento desviándolo de las verdaderas causas y orientándolo, como hemos visto a lo largo de la historia, a ajenas y abstractas fuerzas de la naturaleza que se desvanecen y disculpan a los culpables reales de los daños que nos producimos unos humanos a otros. Reconozco, que no descubro nada con esta reflexión pero... ¿que puede hacerse contra esta perversa naturaleza que nos convierte en los depredadores más temibles  de la evolución? Ya hemos demostrado que nuestra supervivencia nos lleva a convertirnos, incluso, en caníbales. ¡Futuro!