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jueves, 26 de enero de 2012

EL DESPERTAR DEL TERROR

Existe una máxima que los humanos tenemos cierta  tendencia a olvidar: todo va bien hasta que va mal y empieza a ir peor hasta descontrolarse y convertir aquello que era idílico en una tragedia. La historia, siempre tan redundante en ejemplos, nos ha demostrado que tenemos todas las posibilidades, todas, de convertirnos en inhumanos y aquello que tarda años en pactarse desde la cesión de unos y otros, desde la razón y desde la voluntad de crear un mundo mejor, puede convertirse en un infierno. Hasta ahora hemos conocido infiernos, múltiples y variados, muchos, porque han sido muchas las culturas que se han sucedido a lo largo de la historia y la geografía mundial. Pero ¿qué puede ocurrir en una civilización global en la que todo el mundo tiene, supuestamente, la posibilidad de interferir, comunicar, crear opinión y transgredir?  Yo no lo sé. Puestos a imaginar, creo que   me dejaría llevar por las enseñanzas de Benjamín Amo en su último libro, en el que creo que sigue trabajando en una segunda parte: " el hombre en la luna". Después de conocer esa recopilación de datos que alimentan toda y cada una de las teorías conspiranóicas, después de conocer que el FBI pretende intervenir y controlar todas las redes sociales, después de los conocidos conatos de participación en reprimir actos de libertad, preventivamente, después de conocer muchos de los desencuentros que se han producido en la historia, en los que  el sueño de la razón produce monstruos, sinceramente, creo que cualquier cosa es posible. Son demasiadas traiciones de la clase política hacia los ciudadanos del mundo. Ahora resulta que aquella estructura piramidal que siempre presidió la  composición de nuestros esquemas de representación social se engrandecen, se agrandan hasta el punto de convertir el bienestar social conseguido a lo largo de un siglo de conquistas sociales. Sigo pensando que estamos en la cuerda floja, estamos en "la luna", alejados de conocer quienes son nuestros enemigos y muy lejos de saber que las democracias son sistemas en las que los poderosos siguen siendo inmunes y eludir cualquier justicia. Un sistema en el que gracias a los medios de comunicación, como decía Malcom X, despreciamos a los oprimidos y aclamamos a los opresores. Imagino que todo esto se puede decir de una forma mucho más inteligente y profunda, incluso documentada, pero es lo que hay, no doy para más. Sólo sé que no me gusta el mundo que estamos dejando que algunos, algunos sujetos poco recomendables, crean, y como siempre, nosotros delegamos, eludimos nuestra participación activa y crece el número de personas que están en la cuerda floja, demasiadas son las injusticias visibles y patentes, hirientes y, sin embargo, nuestra  sensibilidad queda indemne, o mejor dicho, queda aletargada, drogada o directamente eliminada por miles de trastornos en la percepción del mundo; indemne sólo lo parece. 
Advierto que esa ensoñación de la que hablaba Segismundo en su famoso soliloquio  y que no dista mucho de la más estricta actualidad. Ese sueño, del que uno puede despertar puede hacerlo con una violencia inusitada, una violencia desconocida de partes de un pueblo contra otros ciudadanos. Lo de toda la vida, sólo que ahora, existe un sistema algo más complejo y los humanos, aquellos que podemos comer todos los días y pagar con más o menos esfuerzo, nos sentimos alejados de todos aquellos que no pueden hacerlo  y no nos importa. Paradoja; ahora sonreímos con más gana y auténticamente a la mascota de nuestro vecino, mucho más espontánea y sinceramente, que a nuestro semejante. ¿Alguien se ha preguntado que nos está pasando?

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