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miércoles, 4 de abril de 2012

MEDIOCRIDAD VERSUS CODICIA Y ENVIDIA

"Es mediocre un país donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada -cuando no robada impunemente- y la independencia sancionada". David Jiménez

Si se tratara de un interrogante, es posible que dijera: sí, categorizado en lo absoluto, además; sin embargo, el convertir la palabra mediocre en identificadora de una realidad cultural, política o, simplemente, popular parece excesivamente peligroso e inexacto. La mediocridad no es un estado del alma o del conocimiento es un concepto  muy matizado y muy personalizado expuesto por quien suele "sentirse superior" o simplemente considera que su cultura y valores éticos están por encima del común denominador [...] (homenaje a MAHN) dejando de lado los referentes ideólogicos como verdaderos goznes de nuestra realidad. Si ser mediocre obedece a que hemos eliminado nuestro sentido del deber, a que hemos perdido el norte ético o, simplemente, a que nunca lo hemos poseído porque la educación que exime al hombre de la mediocridad no ha llegado, entonces y sólo entonces puedo entender que la palabra mediocre se usa como un término en el que su acepción principal  es "falta de conocimiento" o un conocimiento muy parcial sobre determinados temas, pero si mediocre se refiere a ese punto intermedio en el que todos estamos de una forma u otra porque no todos poseemos la misma conducta, las mismas habilidades, la misma cultura, la misma inteligencia, la misma maldad o bondad, entonces entiendo que el término no puede utilizarse tan genéricamente como lo hace David Jiménez, a quien no conozco personalmente y de quien comento el artículo que publica en un diario digital. La categoría de pueblo mediocre no existe,  el concepto de cultura mediocre no puede aplicarse a nuestra cultura, ni en cine, ni en literatura, ni en deporte (a pesar de lo que digan los franceses) y el gran peligro que corre una persona o un articulista al utilizar de una forma tan imprecisa un término aplicable a multitud de situaciones concretas y abstractas, es que equivoca -como decía Alberti en aquel poema de  "La paloma"- sus intenciones.
Podría decirse que la incultura es mala consejera, peor incluso que la fanfarronería con la que mostramos nuestra "mínima alma" cultivada. Y mezclar cultura con política y economía es un error, al tiempo que un acierto, -me explico- Si buscáramos en la historia nuestras raíces más infernales, tendríamos muchos momentos históricos y culturales que atestiguan nuestra recalcitrante envidia a los demás, al mismo tiempo que una búsqueda constante por la conciliación. Llegaríamos a épocas íberas y encontraríamos tal fenómeno en nuestro comportamiento como pueblo. Sin embargo, también es cierto que España es un conglomerado de estructuras históricas superpuestas con más fuerza que convicción y de ello han nacido talantes que detestan lo común, o bien por privilegio o bien por ser un descastado. La única enfermedad que padece genéricamente la sociedad española, a mi entender y espero no ofender a nadie, es la distancia cultural, porque cada pueblo que habita este país detesta por lo general al pueblo vecino. En lo político, de eso la Iglesia sabe mucho, es la codicia la que nos retrata o retrata a quienes pretenden crear un país de unos pocos contra el resto. Este neoliberalismo determinista que se nos impone alejándonos nuestras propias opiniones y opciones es realmente el culpable de que España esté como está. La codicia y el engaño manifiesto de unos pocos con la ayuda de una justicia poco experimentada en valores democráticos es lo que nos define, no la mediocridad. Quede claro que sigo pensando que uno es el resultado de los que hace cotidianamente y yo cotidianamente veo poca solidaridad, veo mucho enfrentamiento de egos, veo pulsos de poder y codicia, siempre veo la codicia acompañada de la envidia y la extraordinaria definición de Alciato Página 220 de la traducción de los Emblemas de Alciato a la lengua Castellana por Bernardino Daza Ponciano en Lyon en 1549.

Es probable que yo tenga una idea un tanto benévola de nuestros dirigentes, es posible, es la que todos deberíamos tener si consideramos que son personas que se encuentran al servicio común de los españoles, pero también creo que la democracia está siendo mal usada por sus dirigentes y por el pueblo que permite que así sea, incluído uno de los grandes lastres de nuestra democracia: la justicia, que sólo sirve a los poderosos, como tantas veces hemos comprobado y es capaz de desestabilizar cualquier veredicto articulándolo más ideológicamente que en cualquier otro principio asentado en la democracia y en nombre de la propia justicia.

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