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martes, 10 de abril de 2012

LOS MERCADOS FINANCIEROS SON ENEMIGOS. ÉSTO ES LA GUERRA.

Hace mucho tiempo, ya, que las vimos venir; aproximadamente a finales del año 1995. Ahí nació el punto de inflexión concreto en el que arranca nuestra cada vez más dramática situación, sin embargo, jamás creí que esto que empezamos a vislumbrar con miedo, pavor y pudor, no fuera otra cosa que aquello que otros han cosechado y que ahora nos toca pagar a los de siempre, a quienes no hacemos uso de El Estado de Derecho más que para vociferar dos exabruptos en un bar y si es posible sin  que te escuche el de al lado. Los españoles salimos de una dictadura en la que nunca nos enteramos realmente de quien era quien, aunque se conocían a las personas y  todas salieron indemnes del saqueo producido a lo largo de cuatro decenios. Cuando escuchaba a mi abuelo decir que toda esperanza era vana, a pesar de su ilusión por el socialismo próximo a instalarse en el poder (él no llegó a verlo y me alegro) porque aquellos ideales socialdemócratas defendidos con ahínco, fueron poco a poco derivando en una especie de amasijo mercantilista entre la política y la economía hasta el punto de ensañarse con los listillos de siempre,  engañar a necios alcaldes o mal informados munícipes "por antonomasia", y la clase política instalada en un sueño que no era otra cosa que un alejamiento constante y evidente de las verdaderas necesidades de una sociedad cada vez más autoengañada con la palabra riqueza, en esa fanfarronería ancestral que acompaña a nuestra sociedad junto,  al otro fantasma que es: la envidia; y, otro más, la corrupción. Sea como fuere vimos gente que se sintió rica porque engañaba con más placer que destreza, abundaron los mercedes entre cuatro o cinco tipos de hombres que prosperaron, no por su valía personal sino por el engaño constante a la administración causando uno de los agujeros más inverosímiles jamás conocidos de evasión fiscal y economía sumergida. Se premió la cultura del pelotazo y hasta la del guantazo a la justicia que pretendía poner freno a gran parte de un enorme entramado oculto de intereses que empobrecián y endeudaban a los españoles a marchas forzadas. La falsa ilusión de que éramos ricos, en general, se hacía más patente cada vez que bajaban los tipos de interés y cada vez que la parte sombría y oculta a todos los que dedicidimos comprar una vivienda, envilecía los mercados financieros con transacciones ajenas a nuestras voluntades y ajenas también a nuestras necesidades. Las autonomías creyéndose todopoderosos estados convinieron que era necesario contribuir a la bancarrota con políticas esperpénticas favorecedoras, una vez más, de casos y más casos, conocidos y desconocidos, de corrupción económica, política  y social.  Mientras en otros paises europeos se valoraba el trabajo, aquí se buscó la forma de trabajar poquito y ganar mucho, aunque eso sólo supieran hacerlo los indeseables que nos han llevado a una gran mayoría de españoles a la ruina más absoluta. Estoy escribiendo estas líneas y ya oigo los comentarios de quienes se atrevan a leerlas. Falta mucho por decir, no se puede hacer un análisis tan simple de una realidad tan complicada, pero pensad un momento, sólo un momento, en que nos estamos convirtendo en esclavos de un sistema que aparta al ser humano de las prioridades más básicas. Un sistema que nos convierte en cifras y aleja los nombres y apellidos, un sistema que nos convierte en simples objetivos de déficit, inflación o deflación; un sistema que valora el suicidio de un jubilado griego (FMI) lamentándolo y al mismo tiempo, con la boca pequeña y el sentimiento evidente, provocando su continuidad en el tiempo y en el espacio. Hoy estamos a punto de ser intervenidos, si no es hoy será mañana, pero esto que nos están haciendo los mercados sólo lo hacen los enemigos declarados, y me gustaría que todo el mundo entendiera que ésto es una declaración de guerra en toda regla a los ciudadanos, a los democrátas que pierden su soberanía personal y como pueblo. Sé que lo dijo Jefferson y lo he expuesto -su comentario sobre los abusos finacieros- en más de una ocasión, y sigo pensando, que es una realidad tan evidente, que nadie quiere entender y está en un gravísimo peligro, porque está naciendo una nueva sociedad de castas amparadas por el poder que poseen un nuevo sistema feudal que nos llevará a la servidumbre más descarnada y obscena en este cambio de paradigma social.

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