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lunes, 23 de abril de 2012

EL PODEROSO SIN ESCRÚPULOS, SIN VERGÜENZA Y SIN CUALQUIER ATISBO DE QUE LAS POSEA

Vamos con el cuento ese de conozco a un amigo que me ha dicho que  le han dicho que alguien conoce a una persona a la que le pasó lo que voy a relatar a continuación. Desde el año 97 (el amigo que dice que alguien le habló de una persona que dice conocer a alguien que le pasó ésto) ha estado contratado en fraude de ley, como miles de trabajadores en la región, siempre con el miedo en el cuerpo ante la posibilidad de un despido y ante las más aventuradas vergüenzas vociferadas por parte de algún superior con más ansias de poder que capacidad. Dice (...) que ha tenido que sufrir el rigor más absoluto en su sueldo,  que quedó con su contratación desvinculado de un convenio colectivo que nunca le avaló, así como de un comité de empresa (varios) más interesado en el beneficio personal de sus miembros que en cualquier otra cosa. Al cabo de quince años y en el peor momento que vivía la empresa le llaman diciendo que, lo que ha solicitado es viable y se reconocerá su antigüedad, pero no su categoría profesional, con lo que seguirá cobrando lo mismo, amén de estar contratado a tiempo parcial cuando su trabajo no lo es. No es una cuestión de culpas personales de uno u otro, como suele decirse entre todos la mataron y ella sola se murió. El caso es que como si de un síndrome se tratara,  aquello que siempre fue una constante humillación por parte de  los miembros directivos y de aquellos "sindicalistas",  que una vez fuera del poder incluso tuvieron la desvergüenza de decir que "yo" -es decir, esa persona que alguien dice concocer y que le comentaron el caso a un amigo del amigo de una amiga que conoce la historia de primera mano-, era, nada más y nada menos, que un "lastre estructural" para la empresa. Ese alguien, con sapos y culebras en el estómago durante años, ha continuado su trabajo siempre con la misma dignidad o indignidad (según quien le juzgue) y ha trabajado con la ilusión habitual que siempre ha demostrado en  una ocupación  que siempre le pareció un sueño por que era "hacer lo que más le gustaba en el mundo". Pese al freno de su creatividad, y por supuesto de su libertad en gran parte de las acciones emprendidas, siempre realizó con pasión ese trabajo grandioso por muy pequeño que fuese. El caso es, que tras quince años de conculcar los derechos laborales de esa persona nos encontramos que la medida conciliadora es tener que escuchar a un miembro del equipo de recursos humanos lo siguiente: "le tenía que haber despedido cuando me obligaron a sanear las cuentas de la empresa..."  (advierto y puedo hacer comprobación de lo dicho que con un sueldo de alguno de los directivos es posible que se pagaran hasta cuatro sueldos míos; en algunos meses, hasta ocho sueldos.) "... y que si no estaba contento me tenía que haber marchado y no dar tanto la lata". Ya se sabe que los de recursos humanos son los más carroñeros de los  jefes, de hecho ese es el puesto de trabajo que realizan,  pagan su prestigio y su sueldo acabando con el trabajo de, normalmente, gente mejor preparada que ellos mismos, para que nunca sean un estorbo, y les facilite así su ascenso en el organigrama. (El sistema está configurado de esta forma, tal vez sea mejor o peor que otros, pero, desde luego, es el que es, con las circunstancias que de él dimanan) Sin embargo, lo más duro fue refrendar  directamente a los ojos el poco aprecio personal y profesional que le tenía quien, sin duda había sido considerado un aliado en su "legalidad" como trabajador de la empresa. Las frases dichas con desdén, desprecio y mal humor sólo sirvieron para que la persona en cuestión lanzara un "basta ya" tan alto que todos quedaron parados en la mesa y movieron todos los resortes necesarios para hacer una defensa rápida de lo indefendible. ¿Cuanto están disfrutando muchos que no merecen ningún disfrute? (Continuará)

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