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domingo, 1 de abril de 2012

LAS EXTRAÑAS PERCEPCIONES Y LA VERDAD FALSEADA

       En general, soy poco amigo de creer a la primera las cosas; mucho más confiado si quien me las cuenta es persona de mi ámbito afectivo, ya que no tengo demasiado trato con aquellas personas que reinventan la realidad, ofreciendo una imagen distorsionada, que a fuerza de repetirla  termina pareciendo tan real como las ideas propias. En eso llevamos una larga experiencia desde que se instalaron esas empresas y seres nacidos en el siglo XX que permitieron convertir lo que antaño podía ser una corriente de ideas contrastable, en la mezcla de ese extraño entrelazamiento entre el ser simbólico que representa el hombre en sociedad y el colectivo humano como género con una serie de conocidos y básicos comportamientos animales bien estudiados por los relaciones públicas y toda esa gran maraña industrial que, al respecto, ha nacido con el fin de desvirtuar los mensajes o acomodarlos a una determinada realidad. Comunicar y transmitir un mensaje es fácil, si quien lo hace, lo hace con espontaneidad, y no es así generalmente, al menos, los mensajes que escuchamos en la política general  nos permiten comprobar en la cercanía de las  hemerotecas  -que todos tenemos a nuestro alcance- gracias a Internet y el trabajo, más o menos manipulado, de muchas personas que dejan constancia de cualquier tipo de declaración  que queda para "siempre" en la red. 

         En estos cien días de gracia -y desgracias acumuladas del gobierno- hemos visto con auténtica desvergüenza como lo que antes era digo y digno, ahora es "diego" e inefable (por poner un calificativo) y cómo el mensaje distorsionado de los diarios (media) avanza en una línea preocupante. La información es imposición ideológica, la línea editorial de la mayoría de los medios de comunicación están muy lejos de crear cierta paridad  y objetividad en esos preceptos deontológicos del periodismo que quedan a merced de un nuevo clientelismo. Voy a citar Antonio García Guerrero, en cuya charla semanal sobre economía me ha explicado la existencia de un nuevo "feudalismo" - no creo que sea necesario explicar la definición más habitual- , algo determinante cuando  accedemos a informaciones  que nos llenan de preocupación que en el mismo detalle llevan implícita la violencia más estudiada contra los menos pudientes, que en España son muchos. En cien días hemos asistido a una reforma financiera, una reforma laboral (denigrante y tendente a la esclavitud más real: la negación de derechos adquiridos a lo largo de un siglo) y una amnistía fiscal que, a la anterior oposición, ahora gobierno le parecía demencial e injusta) hemos conocido unos presupuestos generales que mantienen su prebendas en la iglesia, en los toros, y que restringen  un 16 %  los presupuestos de sanidad, no digamos ya la cultura, infraestructuras y empleo. En una magnifica película de José Luis Cuerda "Amanece que no es poco" el inefable Sazatornil dispara al sol por salir por el lado contrario argumentando que; "no aguantaba este sin dios". Nosotros, generalizadamente estamos aceptando todo lo contrario de lo que se argumentó como ideal democrático cuando se instauró en este país con mucho retraso respecto al resto de Europa. La democracia ha devenido en una maraña extraña que contradice muchos ideales (sé que está de modé el término) protestar con cierta violencia antes violaciones de los derechos fundamentales se van a considerar "kale borroka", y aunque parezca pueril, y lo sea, me recuerda el episodio uno de la guerra de las galaxias: La Amenaza Fantasma. La legalidad está al servició del lado oscuro. Lo realizado por la razón es destruido por la sinrazón (o la razón aplicada a la codicia extrema)  y los intereses más "fantasmas" existentes. Quiero dejar claro que mi frase relacionada con "engaño democrático", que hemos sufrido, no significa que mi postura sea antidemocrática, todo lo contrario. Es difícil ver como cada individuo quiere sentirse extraordinario y único, eso no está mal, pero no a costa de olvidar la importancia del bien común, de la generosidad y de aquellos preceptos que tantas cabezas hizo caer la guillotina de igualdad, legalidad y fraternidad. El camino recorrido nos ha llevado a lo contrario, a lo diametralmente opuesto. Ni existe fraternidad, ni la legalidad es tal, al menos a tenor de la multitud de sentencias extrañas a las que asistimos y que derivan de una ideología, más que de la aplicación de las leyes; evidentemente, lo de la igualdad nunca será posible, aunque esa igualdad sea un algo teórico. 

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