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lunes, 2 de diciembre de 2013

RECORDATORIO

Debo reconocer que me gusta escribir sobre las personas que aprecio, mucho más que de las que desprecio y muchísimo más que de aquellas que me resultan indiferentes. Mi percepción de lo social no es muy diplomática, simplemente porque expreso qué siento y cómo siento y , la verdad, ni sé si es bueno ni quiero planteármelo. A estas alturas de la vida lo que puedan decir de mí y de mis manías y mi forma de enfrentar cada uno de los hechos vitales que he vivido y vivo con auténtica pasión no es más que una breve reseña de que ni me altera ni me convertirá en enemigo o amigo de alguien. Soy, ciertamente, poco sociable, pero por un motivo: la sociedad me parece un fiasco, me parece la auténtica saboteadora de las bondades del ser humano ¿Por qué? Sencillo, porque cuanto hace el hombre individual queda desvirtuado por aquello que hace el ser social y ¡mira que debería tener en cuenta que individual y social son conceptos muy complicados de exponer sin que aparezcan cambios semánticos a la primera de cambio! Sea como fuere, algo ocurre entre los hombres como colectivo y el ser humano individual que roza la locura y la podredumbre. La humanidad se rige por la ley del más fuerte, el que lo aparenta y el que lo manifiesta o hace demostraciones de serlo; sin embargo, son dos plataformas diferentes que nada tienen que ver con la realidad. El hombre singular es siempre el más poderoso, el que puede poner en tela de juicio todo lo realizado, revertir, anular, hacer una tabula rasa de cuanto existe en la tierra  y en su comportamiento para volver a caer: como Sísifo en el mismo trabajo, en la misma incertidumbre, la misma agonía; precisamente, los anuncios de un futurible son los que mejor encajan con la verdad del ser humano. Un ser humano que busca esperanza desde la angustia y que no sabe vivir la libertad, no sabe regir con cierta normalidad la cuenta de su debe y su haber en el tiempo presente. Sólo si hipoteca su presente, el ser humano se muestra ávido para un futuro de grandes soluciones: la religión sabe mucho de ese axioma. "¿Cuándo entenderemos que no sabemos vivir sin cadenas y en libertad ?".

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