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lunes, 4 de marzo de 2013

HISTORIA DE UNA GRAN MENTIRA



Se dice que la verdad es inefable y la mentira tiene las patas cortas; bueno, se decía, queda trasnochado ese refrán que sin duda sustituiremos por un aforismo anglosajón que contenga muchas palabras que nos ayuden a parecer más, más, más.... lo que sea. Alguien que nació en 1965 y pudo ver los coletazos del tardo franquismo, conoció como las gastaba el régimen militarizando lo público y salvaguardándolo como cortijo propio, percibe, 45 años después, la disposición patrimonial del Estado en manos de los taifas de turno que poco o nada tienen que ver con cuestiones territoriales e idiosincrásicas, en absoluto. Estoy convencido, si echamos un vistazo a la hemeroteca encontraremos razones suficientes para alarmarnos por esa extraña disposición patrimonial que se establece entre lo público y lo privado. Cómo lo público va quedando en manos privadas conocidas y muy relacionadas con quienes ostentan el poder público, ejemplos tenemos cincuenta mil o más. A lo largo de la existencia de este nuevo episodio democrático -que nadie vaya a poner en tela de juicio mi adhesión a las ideas democráticas- la sociedad ha convertido el país en lo que es, en lo que la sociedad en sí misma expone como deseos democráticos. Pero ¿las críticas a los políticos deben caer a plomo también en la sociedad que los elige? Como dice esa máxima gráfica que aparece en las redes sociales y que señala a al pueblo como cómplice de las tropelías de la clase política. En los años que llevamos de democracia hemos asistido a una "partitocracia" que no es otra cosa que el reconocimiento del poder oligárquico inmerso en un proceso democrático de mentirijillas. Vale, Europa nos obliga a acatar el libre mercado como fórmula económica, guía de nuestros intereses ciudadanos. Al final, encontramos que lo que antes era de muchos (más o menos eficiente) ahora es de unos pocos, mucho más caro y más o menos eficiente, pero mucho más caro. Asistimos a ese baile de parejas en constante "vals del minuto" que confieren y difieren poder público a sus maridos y mujeres en la sombra de la caverna de lo privado, incluso convirtiendo lo público en una caverna mucho más oscura y opaca que la caverna adosada privada. 


Dejemos los oscurantismos medievales a los que España ha tenido tanto apego a lo largo de su historia y busquemos transparencia: es lo que piden los ciudadanos (muy tarde, muy tarde ya), transparencia cristalina con cada cuenta, con cada decisión, con cada apropiación indebida, con cada ley que socava los principios universales que salieron de una revolución que hizo perder la cabeza al poder oligárquico en otros países que no fueron España y este país se empeña en obviar después de las masacres de la guerra civil y después de las cribas del franquismo. A esta hora y en este minuto pareciera que la organización metódica de una red (no la he bautizado, es abstracta y genérica) ha roto con todos los paradigmas de la justicia, la igualdad y la legalidad. En España con más frecuencia todo es ilegal, todo es susceptible de corromperse, todo es amparado por unos jueces proclives a caer en las manos del poder económico y satisfacer casi siempre las exigencias de la oligarquía. Si quieres ir a la cárcel no robes mil millones de euros, roba dos gallinas. No creo que diste tanto de la consideración que tenían mis padres en la época de Franco; con razón dijo eso de: "lo dejo todo atado y bien atado". Lo recuerdo bien porque fue el póster de mi infancia, el primer póster que se exhibía en las escuelas junto al crucifijo y los malos encares de los profesores más afines al régimen. 


Resulta doloroso seguir hablando de franquismo cuarenta años después como resulta doloroso que todavía en España se mantengan los parámetros de equiparación con la guerra civil, y las injusticias sean ahora más cruentas que antaño. Espero que la sociedad española reflexione, con cabeza, con espíritu democrático realmente y se deje de propiciar el cainismo a la hora de tomar soluciones para un país en venta, un país agonizante y un pueblo muerto de miedo. ¿Qué gobierno puede permitir una cifra de 6 millones y medio de parados? (y los que llegan) ¿Qué sociedad puede permitir a un gobierno que mantenga esa cifra y la privatización de todo por cuanto se ha luchado dentro de unos ideales de bienestar social? La respuesta no la tengo yo, la tienes tú (o usted).

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