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miércoles, 27 de marzo de 2013

ESCRACHE

Signifique lo que signifique, venga del lunfardo o del italiano (escupitajo) venga de la acepción fotografía o de la significación echar en cara, el escrache, no es más que una moda, esa moda que inauguraron los periodistas dedicados a llevar las campañas de imagen de los políticos - en virtud de las cuales todo es completamente distinto a la realidad por dulcificación, negación, antítesis, cariñosas manipulaciones del lenguaje o perversos usos del  mismo- y que lógicamente como táctica se les ha escapado de las manos.  
Puede entenderse que un partido político que habla de "crecimiento negativo" para referirse a la recesión o maneja el eufemismo como nunca antes había sido usado, excepto en regímenes dictatoriales, sea capaz de articular una campaña de descrédito contra una persona o una plataforma con el fin de acreditar ante la opinión pública las decisiones que ya ha tomado respecto de la iniciativa parlamentaria que (recordemos fue rechazada y aprobada, mañana y tarde respectivamente) piensan ante todo diluir en la opinión pública con acusaciones perversas usando términos que criminalizan a la víctima y salvaguardan el "honor" del "criminal" (presunto y si lo hubiere).
Es posible que Rajoy espere ante los movimientos de denuncia un trato de exquisita terminología, ésa tan afín y correcta usada por la líder de comunicación del Partido Popular,  Dolores de Cospedal, con sus diferidos y directos, o por su más cercana "dama de hierro del periodismo"  la siempre metódica y exuberante, verbalmente, Carmen Martínez Castro. Es posible que quien considera comportamientos profundamente antidemocráticos luchar por la propia dignidad convenida constitucionalmente deba expresarse en términos chistosos: " ¿Su excelencia convendría que nos acercáramos a usted para solicitarle amablemente y sin que su persona resienta desorden e intimidación alguna al criticar bondadosamente su actitud prodesahucios al limitar su "grandérrima" capacidad de expresión con nuestras voces algo sonantes para que considere la fórmula más alejada a su personalidad política y apoye una reforma que deja a miles de personas en la calle mientras los bancos  se enriquecen  a través de cláusulas abusivas como ya ha dictaminado el tribunal de Estrasburgo?". 

En cualquier caso es previsible que el uso demoníaco del lenguaje nos llevará -como escuchaba en  voz de un gurú de la literatura y el periodismo ( J.J. Alonso Millás) a una Torre de Babel, en la que nadie entenderá qué es lo que se le señala porque lo que antes significaba una cosa, ahora significa algo parecido que no tiene que ver con la cosa misma. El lenguaje eufemístico es proclive a convertir en irrealidad lo patente, en verdad la mentira o distorsionar cualquier apreciación que tengamos sobre cualquier cosa, y aún más, el lenguaje plagado de eufemismos  no es otra expresión  que aquel pensamiento de Malcom X que señalaba a los medios de comunicación como capaces de hacerte odiar a las víctimas y adorar a los verdugos (presuntamente si los hubiere). 

El escrache no es violencia asesina como garantiza alguna gobernadora civil pasada de perversión en sus argumentos, ni intimidación criminal como responde casi con lágrímas en los ojos un filibustero de la política capaz de decir digo o diego en treinta idiomas diferentes, eso sí, aprendidas las palabras y nada más que las palabras para tal uso, y sin respeto moral alguno por el disfrute que haga de ella a favor o en contra. ¡Ah!  y "escrache" somos todos, porque el día que dejemos de decirnos las cosas a la cara y con la altanería justa estaremos mucho más perdidos de lo que estamos en esta sociedad que necesita poner carteles a todo para saber qué significa en unas coordenadas espacio-temporales concretas. 

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