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sábado, 23 de marzo de 2013

La valiosa región oculta.





"Los de siempre, aquí están los de siempre", quienes rompen la baraja o quienes se quejan en el ejercicio libre de su opinión y voluntad. Podría ser el comienzo de cualquier novela pero me temo que se queda en las palabras pronunciadas por un personaje no tan real como pensamos y sí más ficticio de lo que él imagina. Veinte años de pobreza en democracia no son suficientes, veinte años de sueldos paupérrimos y jornadas agotadoras no son bastantes, veinte años de marcadores económicos señalando el inmovilismo y la muerte agónica de la clase media carecen de importancia para el electorado de la región. Que te corten la cara en el exterior señalándote en un gráfico a Murcia con el doble de pobreza que el resto de comunidades autónomas no es importante para quienes en veinte años han creído vivir en una región que iba a catapultarnos a la riqueza y la abundancia. "Cuentópolis", centros comerciales "a gogo" sin gentes con capacidad de consumo (excepto los ya habituales y conocidos), Marinas de Cope inconstitucionales, irregulares recalificaciones en nombre de unos poquitos que han constituido el gran lobby murciano del "desarrollo" y del "progreso" y una Comunidad Autónoma que tolera que se page tarde, mal y nunca en apoyo de magalomaníacos proyectos que sólo satisfacen los bolsillos de unos pocos. Podemos hablar de la televisión, podemos hablar de la quiebra, también, de las autopistas de pago cuyos terrenos siguen sin abonarse a los agricultores, igual que los terrenos sobre los que se asienta un aeropuerto que sigue y, temo decir, seguirá cerrado por siempre, y dejo al margen otros muchos proyectos, incluso menos cabales.


Si en esta región el periodismo fuera tal, y su libertad no quedara restringida a residuales medios de comunicación que subsisten contra todo pronóstico es probable que otro gallo social nos cantara. Hemos terminando asumiendo que las mentiras a fuerza de repetirlas son verdades y nadie las cuestiona, es más, se paga muy coherentemente algunos  buenos sueldos para que esas mentiras afloren con abundancia y claridad en los medios de comunicación mejor controlados con la sacrosanta e imprescindible publicidad institucional. Nuestro dogmatismo, nuestra fe, no solo la depositamos en los ídolos religiosos, también la postramos (la fe) en cuanto nos rodea, sin asumir más crítica que la que podamos realizar con unos amigos en una gloriosa tarde de "solecico" con cervezas frías y perpetrar así en nuestra contra aquello que digamos a voz en grito marinera va, oliva partía viene.

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