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sábado, 27 de abril de 2013

DE AGRADECIMIENTO Y HONOR.

Hace años, 16, que di el sí a Onda Regional de Murcia. Mi trabajo en Madrid exigía sacrificios que no estaba dispuesto, ni, realmente, quería hacer. Al margen de dos consideraciones de máxima importancia, y de índole personal, que obviaré, puedo decir sin miedo a ruborizarme o avergonzarme que Madrid en esa tesitura me quedaba muy grande. Cuando recibí la llamada del director de la emisora, entonces, no lo pensé dos veces, aunque en el debe y haber profesional, y económico, había una diferencia sustancial que se ha mantenido a lo largo del tiempo y no a favor de mi cuenta corriente. He de reconocer que mi llegada o vuelta a Murcia me salvó de ciertos fantasmas que rondaban mi vida y quería obligar a que se desvanecieran. Con años de ayuda y con mis mejores amigos conseguí recomponer parte de las roturas ocasionadas por una vida demasiado intensa. En todo este tiempo, en mi faceta más sociable, he discutido con casi todo el mundo (tengo un carácter indómito) pero mi tolerancia limita al norte con la estupidez, al sur con la prepotencia, al este con la mezquindad y al oeste con la envidia. Estoy convencido de que mi humildad habitual ha sido siempre muy mal interpretada, también sé que mi "genio" y "polvorilla" me han ocasionado muchos disturbios, al margen de otras mil imperfecciones que tengo, y soy consciente, muy aferradas a mi personalidad -tampoco quiero enumerarlas por si alguien no las ha descubierto aún-. A lo largo de los años, uno va componiendo un rompecabezas en el que suma muchos más defectos que virtudes, pero ha sido gracias a ese "rifi-rafe" diario como he conseguido conocer quien es quien, admirar a quien desde mi punto de vista lo merece, y detestar sin que se me note en exceso a quien me parece detestable. Mi mayor defecto es la soberbia, mi mejor virtud no sé si la humildad; ando por tanto en ese ying-yang. Me cuesta -debe ser por algún defecto intelectual- interpretar las cosas como todo el mundo, y mis interpretaciones dan pie a ciertas confusiones de base -quiero imaginar que es más por un error mío que una falta de explicación de los demás- y emocionalmente mi inteligencia es mucho más "sabionda" que sabia. No soy un hombre sociable porque creo que no se puede querer a todo el mundo (lo siento), me encantaría saber hacerlo, pero no como se quiere en esta sociedad que desde muchos puntos de vista detesto: a través del interés zafio, falsa cordialidad que acaba con puñalada trapera por la espalda, suspicacias puestas a prueba en conversaciones con terceros, ese criticar constante a la personalidad y "las faltas" de los demás... En definitiva, no sé si soy malo o bueno porque no busco perdones de confesionario y los únicos que conozco son los que he pronunciado y solicitado con arrepentimiento extremo. Toda esta justificación continuada no es otra cosa que un allanamiento del terreno para pedir disculpas a quien se haya sentido herido por mi soberbia y mantener claramente mi posición ante los ataques indirectos y cobardes. Quiero expresarlo así, Querría sentenciarlo si fuera juez de mi propia vida, y espero que los trastornos ocasionados a gente que aprecio en mi medio de trabajo no hayan sido demasiado letales, aunque no nos engañemos, no todos y siempre somos compatibles en nuestros intereses, pensamientos, querencias... y la diferencia es esencial para saber quien es quien, aunque esas diferencias las marque el coraje de una injusticia, una interpretación distinta en cuestiones profesionales o personales -no abundemos ya en el contexto ideológico-. Sea como fuere, lo cortés no quita lo valiente y yo de mayor quiero ser honrado, quiero tener una conciencia lo mas limpia que, el torbellino vital que he vivido, me permita. De gratitud está el mundo repleto, pero abunda lo contrario, y siempre he sabido agradecer a quien me ha ayudado en tantas cosas como la vida ofrece a diario, lo he intentado, unas veces, hasta lo habré conseguido.

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