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jueves, 9 de febrero de 2012

OTRA RUEDA DE MOLINO, UNA MÁS. NO HAY ESTÓMAGO QUE PUEDA CON TANTO PESAR.


He tenido que sorprenderme, por enésima vez, y como decía una excelente periodista y compañera de trabajo, con recochineo. Esa unanimidad es lo más sospechoso de todo. Aún -confieso- no he leído la sentencia completa, lo haré. Deber ser el mayor ejercicio de cinismo jamás contenido por un documento público desde que Ascanio Condivi escribiera sobre la condición noble de Miguel Ángel Buonarroti a su dictado. Los españoles como en todo, somos los números uno. Lo ganamos todo y el ganador es aquel que sigue la corriente, no hace lo contrario. Se puede hacer glosa de lo grande que ha sido el preparativo por parte del propio tribunal a la hora de enjuiciar de una forma parcial  y llevada al paroxismo mas absoluto. Era lo que muchos deseaban y han tenido que unir sus fuerzas para conseguir su objetivo: la extrema derecha y la judicatura de derecha extrema que rige los designios de la justicia de este país. Ahora sólo queda lo que queda y mejor no pronunciarse. Siempre dejo claro que estas líneas no son más que un pensamiento hecho público y sin bibliografia  a la que recurrir. Desde que empezó esta pesadilla confié en todo momento, creí como un bobalicón que todo sería un circo mediático para distraer a  las masas de asuntos más serios en los que interesarse, pero no, ha sido un continuo rizarse el rizo de la desvergüenza. Me decía un amigo que era un ejercicio de libertad el hecho de enjuiciar a un juez porque  de esa forma la justicia resplandece: lo ha hecho con todas las de la ley, pero cubierta de una gran pócima maloliente, en la que se ha demostrado que lo que realmente huele aquí, no es otra cosa que  la envidia, la codicia y la inquina contra alguien brillante, capaz de conseguir con su actitud y actividad una forma de mostrar cierta grandeza en esas aspiraciones habituales que todos tenemos y que tienen que ver con las injusticias abstractas, todas ellas nos han llevado, finalmente, a una invitación al desprecio, al descrédito de este poder, en entredicho por una mayoría aplastante de españoles. Es y será una mancha imposible de erradicar de las puñetas y togas de los jueces, incluso de sus "religiosas" almas. La decisión adoptada no es más que un cúmulo de tretas y estrategias y me pregunto yo ¿se puede llevar "al tribunal supremo" a la justicia por prevaricación? La sensación que le queda a uno con una sentencia tan aberrante es que, en el todo vale para ellos, se repite una  consigna: con unos amigos hago lo que quiero y cuanto quiero porque mi palabra es ley y como me pronuncie dependerá de si eres, o no, afín a mí.

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