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sábado, 31 de agosto de 2013

EL CULTO AL HÉROE NOS HA VENCIDO

Tres meses de vacaciones forzosas dan para mucho. Estudiar, si es algo que forma parte de tu vida; reflexionar sobre existencias paralelas, mundos con más sentido que éste, y más justos que el construido por una selecta pandilla de iluminados drogadictos que hacen de sus fallos y aciertos la tumba de miles de personas, sin garantías de poder ser nombrados democráticamente al menos, elegirlos, y sin posibilidad de organización contra ese gran monstruo financiero que ha allanado nuestras existencias metiéndose en los  mejores y más increíbles rincones de nuestra intimidad. Según los "nuevos criminales" del XXI, aquellos que denuncian una intromisión más allá de lo permitido en nuestras vidas, en nuestra personalidad, en el afán de controlarnos cada movimiento, cada ubicación de foto en Facebook, cada etiqueta de amigos que pasa con un mínimo trabajo a esos archivos, cada pensamiento u opinión que lanzas en Twitter -ya no tan secretos- forman parte de nuestra existencia, de nuestra ficha personal para estar al tanto de nuestra identidad inmediatamente. No hacen falta chips implantados ni genética codificada, ha sido mucho más fácil. Encontramos que el interés de los gobiernos es el de tenernos sometidos  a unas disciplinas básicas, como aquel Matrix que cada día se hace más realidad. La experiencia cinematográfica nos regala constantes formas de ser buenos sometidos, de alejarnos de rebeldías innecesarias y de calcular las fórmulas informativas con las que dar impunidad a sus grandes bastiones,  o como dice un "twet" de José Luis Cuerda en: "cabras amaestradas que por cabrones son chivos expiatorios". 
Tres meses permiten ver la vida con el distanciamiento suficiente  como para comprobar la falsedad que recorre cada célula del ser humano, en ese camino evolutivo de salvarse como sea, de dejar atrás las afecciones, el cariño, las muestras de solidaridad -ahora convertida en espacio televisivo- en espectáculo de masas con las que  enternecer a la buena gente de siempre mientras el resto de la sociedad, los viriatos, los caudillos de la patria, la deshacen, la malvenden, destrozan y regalan a esa gran empresa en la que se han convertido los partidos políticos (sociedad anónima) por su financiación constante y sus constantes dádivas en honor del dios del dinero, atentos siempre a los requerimientos de las grandes corporaciones y al mayor desprecio por sus conciudadanos (lamento decir que unánimemente). Desde que la empresas dejaron de tener un rostro visible en el que materializar cualquier odio humano, desprecio, búsqueda de responsabilidad,  el hombre ha dejado de ser humano para convertirse en un sometido más de quienes detentan el poder y se sienten ajenos a aquello que los demás llamamos humanidad. Las atrocidades posibles las conocemos por la ciencia ficción, pero siempre olvidamos algo con demasiada frecuencia: La realidad siempre supera la ficción. ¡Enhorabuena humanos! por sustraeros a vuestra calidad de ser, a vuestra esencia como comunidad, pensando que individualmente somos (aunque solo parecemos) más poderosos. En fin, que me temo que la suerte está echada y no caerá a nuestro favor. Los relatos de ficción más cruentos y "descabellados" se irán haciendo realidad: hoy en un bombardeo, amañando pruebas, luego al cabo de años reconociendo que fueron inventadas; mañana comprando países o eliminando a su tediosa y molesta población, igual que se talan los pulmones del planeta, se permite que el Ártico se deshiele o se compran ejércitos de mercenarios para echar de sus tierras a los indígenas que como siempre  permanecen ajenos a este pan y circo que nos convertirá en más esclavos de lo que nos ha hecho el siglo XX, esclavos de lo superfluo, innecesario, esclavos de lo más innoble: la fatua posesión. Entre tanto, con muchas ideas propias y manipuladas por el contexto social nos sentimos realmente alentados a una lucha, que jamás llegará, porque nuestros vuelos fueron cortados con promesas de libertades futuras y sueños de los justos y todas esas patrañas que la humanidad repite una y otra vez, cíclicamente, alejando la razón, el esfuerzo por racionalizar el comportamiento propio y estimular ese dejarse llevar por los efluvios del muy decreciente bienestar.  El culto al héroe nos ha vencido. Arístóteles, hoy, muy probablemente, sería ajusticiado, como Sócrates y cualquiera que planteara un trasfondo diferente al que se ha construido con la revolución industrial, y nos llevará ( a los humanos perdedores) a la hecatombe, al suicidio colectivo; aunque son otros superhumanos quienes se convertirán en el siguiente paso evolutivo, o no. 

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