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lunes, 6 de mayo de 2013

HOY CELEBRO (O NO) EL DÍA DE LA LIBERTAD DE PRENSA

Como un "mantra" repito: "Soy libre", sólo para convencerme de que la vida cotidiana que me rodea me permite serlo sin mentiras y sin eufemismos -en cuanto nombro la palabra me empieza a dar la risa tonta- que señalen lo contrario como un "mantra" mucho más poderoso y letal que aquel que un "mindundi" como yo pueda repetir con fuerzas inusitadas y ganas ceremoniosas de convertirlo en verdad: como los sueños esos que uno alberga de que le toque una primitiva para ser (erróneamente) libre, considerarse, al menos.  En el plano periodístico, sólo quien tiene su hambre e hipoteca  pagadas de por vida puede vivir con esa ilusión -no es mi caso- ahora que me encamino al desasosiego, a la incertidumbre del parado abocado (y podría usar el término "avocado") -por un sistema (¿injusto?)- al banquillo de los suplentes. No voy a mentir en lo que siento al respecto: nunca me he considerado un periodista, soy un hombre de radio, un periodista radiofónico en todo caso, exclusivamente: no sé escribir, no sé  "tertuliar" y, sobre todo, no sé hacer la pelota en un gabinete de prensa por muy bien pagado que esté. Conocíamos, hace unos días,  que el ayuntamiento de Murcia paga bien, muy bien,  cerca o por encima de los diez millones de pesetas anuales, hacer loas a nuestro "munícipe por antonomasia" quedando claro que todos somos contingentes menos él,  que, aunque imputado, es completamente necesario. No hace falta decir que lo mismo que se hace en el ayuntamiento murciano se repite, a mayor o menor escala, en otros medios de comunicación afines al régimen democrático (léase con sarcasmo) periodistas que dicen no comer carne de perro, bueno, eso de "perro no come perro", y son los primeros en pavonear la verborrea grandilocuente que su experiencia les ha ayudado a catalogar como eslóganes del periodismo serio. Y lo más "hermoso" (como las vacas) señalando siempre nuestras debilidades, diagnosticando lo poquito que valemos aquellos que no entramos al trapo de la crítica pura y dura por no tener, supuestamente, capacidades para ello o no entrar en ese juego absurdo de jugar a ser un gran profesional del periodismo puesto a dedo, cobrando una millonada, pero puesto a dedo ¡vamos lo que toda la vida se ha llamado lucir el collar! Como ha hecho hoy uno de los dueños de la concesión de los informativos de 7 Región de Murcia bebiendo y conduciendo, difícil binomio,  para celebrar que la libertad es para unos pocos,  o la que ejercen, al menos eso quieren hacernos creer, quienes se sienten mejores que los demás y lo dicen con ampulosos modales dieciochescos: "¿Quien le ha dicho a  usted que conduzca por mí?" -diría el  ex presidente Aznar-  y ha seguido a rajatabla su jefe de comunicación, y hombre que raramente opta a todos los contratos de las administraciones regionales del partido en el poder, igual que el señor Buruaga, el que se ríe de que los niños coman tres veces al día por disposición de la Junta de Andalucía, y el mucho más silencioso ex-ministro Piqué, reverente hasta la genuflexión  ante las ex-autoridades americanas. Alguien puede decirme que no he pasado una oposición. Es cierto. La dirección de mi emisora en 16 años no me lo ha permitido, es más....(ya lo diré otro día)

Una vez dicho todo esto parece que tengo algo en contra de la clase periodística y no es así. Admiro a quien desde mi punto de vista es admirable, pero ocurre que mi punto de vista es ideológico y práctico a  un tiempo. Hacer un trabajo por hacerlo está bien, pero hacer un trabajo que sirva  a otros y no desde la crítica que se supone a la profesión me parece aberración, como me parece vomitivo hacer gala de nuestro desacuerdo sólo cuando  peligra nuestro pan de cada día. Queda más que claro que soy el más tonto del conjunto pero eso no me ofende, lo siento.  Yo no he firmado facturas falsas,  no he cambiado las ruedas de mi coche con dinero público, no he puesto un pie encima de la carrera de nadie y si algo me hace libre es el amor que tengo a mi trabajo -conste: como otros muchos- que nació a través de las neuronas espejo que hoy me recordaba una buena amiga, las que representan o emulan (en el sentido de la mímesis aristotélica, no platónica) ver a un abuelo pegado a la radio a la espera de que una noticia lo liberara de toda la miseria moral que durante años había alcanzado maldiciendo un régimen  que se cebaba con los más pobres. Esa imagen persistente en mi memoria es la  que ahora queda  de nuevo al ver que todo cuanto se hizo entonces es rehecho con mayor amplitud. Otra amiga me recordaba que la única diferencia entre el régimen actual y el anterior es que en el anterior se ordenaba ajusticiar a los maleantes: yo no lo creo, la gran diferencia entonces y ahora es la misma, y siempre será la misma. Antes teníamos miedo y ahora tenemos más miedo, mucho más, porque en el baremo de "homo sapiens" hemos llegado a un nivel de no retorno. La vida es un extraño fenómeno egoísta que prescinde de todo lo inocuo  y tal vez la libertad lo sea, incluso la de expresión, incluso la de querer romper con ese  esquema del "gen egoísta" a través de un pacto social, a través de aquello  que nos convierte -como dice Rosa María Artal- en percebes, cuando el espíritu inquieto del humano es el de salmón: capaz de morir en el intento por la búsqueda de lo desconocido. Es difícil saber si uno tiene (o no)  libertad cuando desconoce la mayor parte de los ámbitos en los que puede ser interpretada. En el día a día sorprende que esa libertad pueda mostrarse pero no de una forma evidente y constante: las cortapisas a la misma siempre llegan en forma de ERE, despidos improcedentes, desmantelamiento de lo público para que no exista garantía de libertad. En fin, sigo sin saber si soy  libre, pero  puedo demostrar que lo sabré en función del alcance de lo escrito. 

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