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miércoles, 15 de mayo de 2013

ERE ORM. RECTA FINAL

Como muchos sabrán, soy una de las 22 personas integradas en la lista de próximos despedidos en esa infame maniobra que quiere llevar adelante el señor Valcárcel, presidente de nuestra comunidad, en concreto, y el señor vicepresidente regional en particular, el mismo que no presenta sus haberes ante los ciudadanos por no considerarlo de importancia o trascendencia política. Casi 20 años de poder omnímodo en el gobierno y en la Asamblea Regional daría para hacer muchos análisis, de hecho se hacen pero no tienen repercusión mediática en una región en la que sólo existe una línea editorial: aquella que marca la publicidad institucional y el dedo siempre soberano del capitalismo más salvaje. Como podéis comprobar empiezo sin pelos en la lengua ni mordaza alguna que me haga sentir afín a ese partido ni a ningún otro. Es más, proclamo que, por sanidad democrática, el partido en el poder debía sufrir un ERE más cruento que el que estoy padeciendo junto a 22 compañeros desde hace un mes y con la plantilla de ORM desde hace diez meses,  pero ya lo dicen los grandes medios nacionales: si hay un granero de votos de la derecha, ése, es Murcia. No importa que se midan los niveles de pobreza que triplican los de la media nacional o se haga pública la historia reciente del agua, en la que la sumisión contrasta con aquella postura  de encendido desacuerdo con el partido socialista en Castilla la Mancha, ni siquiera, los niveles de abandono escolar, ni los sueldos mínimos y minúsculos de la clase trabajadora, ni las pensiones paupérrimas de las que gozan los murcianos en general. Nada tiene fortaleza en el terreno de la verdad por desistimiento de la parte más importante: el electorado, que extrañamente se sienten ricos de espíritu con pensiones que no llegan a los seiscientos euros. En fin, esa fanfarria constante del  que  quiere sentirse mucho más de lo que es lo estamos comprobando incluso médicamente. Un estudio clínico reciente sitúa a los españoles con una percepción de sí mismos como más altos y delgados de lo que realmente somos. No deja de ser curioso o paradójico o, incluso, vomitivo, pero las cosas son como son y no podemos sustraernos a su naturaleza. Ese granero de votos de la derecha se ha convertido en un conjunto de mandos y  leyes  "cortijeras" ( permítanme el uso de ese término) que la justicia parece haber santificado como dogmas de fe y asfixian a ciudadanos que por extrañas razones parecen disfrutar del sadismo -parafílico- con el que nuestros gobernantes, regionales y nacionales nos  regalan ladrillos, pérdidas de lo más glorioso de esta región: la Naturaleza, en un sin sentido constante y como digo cortijero. Embarazan las mentes de  fantasías en forma de llegada de grandes gallinas  ( de aquellas de la pata gorda) que llenarán el granero de huevos de oro y, evidentemente sólo recogen unos poquitos elegidos, como las mieles de los contratos regionales y nacionales, según se desprende de las últimas investigaciones del juez Ruz  sobre financiación irregular del Partido Popular. En  cualquier caso, este preámbulo, largo, larguísimo, es sólo el comienzo de lo que está por llegar.

 Personalmente detesto el tono de telepredicador que adquirió en su momento el presidente de la comunidad, como ejercicio solidario con aquel otro tan simpático que se llamó Juan Cuesta y pertenecía a la ficción. Con el mismo tono, ha amedrentado a su oposición sabiendo elegir los más dispuestos perros de "pedigrí" que le permitan abocar a los murcianos a una política de grandes éxitos en el terreno de la fantasía únicamente, o ha sermoneado a lo Savonarola en los grandes eventos que nos harían ganar tanto y cuanto; eventos en los que las monedas de oro saldrían a espuertas por los bolsillos de los crédulos y agradecidos votantes de la gran granja de adocenados en la que se ha convertido Murcia. Una Región cuya política parece una fábrica de despiece. La mayor parte de los murcianos "obnubilados" con cuatro duros, pagando por trabajar en cientos de ocasiones y cobrando lo mínimo por el miedo bien metido en el cuerpo a no tener nada -en un momento en el que la solidaridad escasea- y  aquellas cofradías que se llamaban sindicatos están más ocupados en defender sus plazas y negocios que en ejercer su labor originaria. 

Por mucho que ataque a unos y a otros como culpables de esta situación me parece que la radiografía siempre sale movida porque lo que realmente está mal es el aparato con el que se hace, por tanto, cualquier análisis o diagnóstico sobre esa transparencia será inútil, será imposible de desentrañar eficientemente y nos ocurrirá como dice Hawking que seguiremos siendo peces en una pecera cuya capacidad para conocer aquello que hay más allá es tan limitada como difusa. 

Hoy se debate si vamos a la calle, cuántos vamos a la calle, a cuántos "privilegios" debemos renunciar para que sea el menor número posible. Cuando el señor Valcárcel tiene a 11 personas de una plantilla de 86 cobrando sueldos que superan, en algunos casos, los quince millones de pesetas anuales. Otros, los de segunda clase sólo cobran 10 millones de pesetas anuales, justo lo que sería necesario para no echar a nadie a la calle, sin embargo, tener bien cogida por la línea oval la línea editorial exige ese dispendio. Los trabajadores importan poco, son sustituibles y por supuesto siempre son caros para la administración que más gasta en asesorías externas, que avala y declara a la sombra de intereses poco limpios  expropiaciones forzosas de terrenos (que luego no paga)  para que se realicen esas grandes mentiras que el capital considera imprescindibles para hacerse más ricos unos pocos y empobrecer al conjunto de la región vía dispendios de todo tipo (para qué glosarlos). Es probable que este análisis sea muy simple pero la realidad es simple tan simple como quien domina los designios de esta región que camina cual cangrejo, de lado o hacia atrás  manteniendo en la vida publica ese parecer de "churubitos" de casino que decía mi abuelo y cuyos análisis de la situación son tan equivocados como las leyes Ptolemaicas, sólo porque tienen apariencia de verdad nos mantuvieron 1500 años  creyentes de una mentira  por el simple hecho de que sólo unos pocos llegaban a ese conocimiento el resto con subsistir y callar tenían bastante. Pues como dijo el filósofo de la calle: "Arrieros somos, y en el camino nos vamos a encontrar a diario. Sólo me queda una libertad y hasta el último aliento de mi vida lo dedicaré a desenmascarar a toda esta pandilla de capataces de cortijo que hacen de una región inconmensurable, un espacio sórdido, lleno de cloacas y ladrillos  malgastados.  Y por supuesto no hace falta decir que no represento a nadie ni nadie me representa".

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