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miércoles, 20 de junio de 2012

ATAQUES PÚBLICOS Y PERSONALES

Es la primera vez que me ha ocurrido. He bromeado bastante con mis amigos en esa situación tan excelsa de creer que uno tiene la razón, aunque encajando los golpes bajos a los que he estado expuesto en la batalla campal con un profesor de la Universidad de Murcia, crítico literario, que escribe en Ababol y no sé cuantas cosas más. A mí que me reciten el curriculum mientras se  dirigen a mi persona me pone mucho, es como si de pronto te hicieran una exhibición de fuegos de artificio  y quedaras deslumbrado. En este caso, la mala educación ha desmerecido cuanto pudiera tener de simpático o gracioso. Que te digan que eres un inculto un  director de un programa de medio pelo, un genares y otras cosas más, hacía tiempo que no me lo decían a la cara en ese alarde  de querer echar un pulso para nada, pero no me he amilanado y he sacado alguna que otra banderilla para lidiar con tan bravo ejemplar de argumentos falaces y palabras  poco dignas de un lingüista o lo que sea. A mí  siempre me ha gustado el buen rollo, nunca he tenido problemas con casi nadie que no haya querido tenerlos conmigo, pero si los ha buscado no me he quedado callado y he dicho cuanto creí que debía. Eso suele traer problemas. Ser "rabúo", como dicen en la huerta, y tanto molesta al crítico, exegeta o  lingüista (no creo que alcance a ser las tres cosas) es como ser una bala sin destino,  un apasionado viaje en el que el mismo roce del aire te calienta  y convierte en polvorilla  y antes del impacto final te envuelves en movimiento y dedicas el mejor de los golpes  para terminar a gusto, como tiene que ser.

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