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martes, 27 de mayo de 2014

LA BOLA DE CRISTAL 2014



El estruendo mediático producido por los votos de la formación Podemos ha ocasionado un bocinazo político y social sin precedentes. Desde  que las redes sociales gozan del imperio de la crítica, aún no demonizada ni cribada ideológicamente por los Mass Media, hemos comprobado que, realmente,  se puede convertir un hecho en realidad. Aún no sé si el futuro venidero es un futuro lleno de posibilidades reales de cambio o un tropezón constante para buenas voluntades y una lucha fratricida contra el pez pequeño que empieza a ser un fortachón vitaminado y mineralizado por los votos de un sector hastiado de promesas baldías, de buenas palabras electorales, pero sólo electorales, de principios tópicos que quedan siempre en teoría malsana mientras los recortes, la pobreza, las muertes ocasionadas por la no asistencia en hospitales, en casa de grandes dependientes, se sucede sin posibilidad de achacar a nadie culpa alguna; sólo a las circunstancias sobrevenidas desde una Europa que tiende a curar estos males con un Ébola o con políticas "apartheid" o quién sabe qué posibles fenómenos futuros (recordemos que la realidad siempre supera la ficción). Encontrar que más de un millón doscientos mil votos se concentran en la influencia y destreza mediática de una persona es recordar, una vez más, la ansiedad de liderazgo y  carisma de la que ha adolecido siempre la sociedad española. Los ejemplos se suceden a lo largo de la historia reciente, mientras la verdadera necesidad democrática de participación e inmersión mayoritaria social en lo público sigue siendo la gran asignatura pendiente de este conglomerado de egos al que llamamos país y que por mucho que quieran unificar como nación sigue siendo un batiburrillo de  territorios estado, reinos, taifas, condados, comarcas y baldíos terrenos.


Asomarse en cuatro meses de existencia con cinco escaños a unas elecciones europeas es un peligro para el bipartidismo, mucho más, cuando los planteamientos, dicen algunos (que se han apropiado de la democracia como si les perteneciera desde la época franquista), son radicales y extremistas hasta el punto de comprometer el modelo apuntalado por un sistema democrático que pertenece más a los bancos que al pueblo, mucho más al sistema financiero, capaz de modificar una constitución (algo que los votantes de izquierda jamás perdonarán al PSOE), que a los ciudadanos quienes finalmente deben pagar los platos rotos de este desaguisado llamado: el poder de la Troika, el FMI, el BCE y todos los organismos no democráticos que rigen el destino de los pobladores de un mundo en claro conflicto con su supervivencia. Está meridianamente claro que el peligro proviene de quien puede poner patas arriba el sistema con el apoyo de la ciudadanía. Ahora, los mecanismos del sistema intentarán por todos los medios desacreditar, deslucir, enmendar como sólo ellos saben, una diáfana y  clara realidad: la población está más allá del gorro de mangantes y magnates bendecidos por el sistema que se llevan crudo todo cuanto pertenece al conjunto público de la nación, mientras los de siempre, los débiles pagan con su propia vida, a veces, los platos rotos de políticas antisociales, políticas financieras hechas a la medida del gran defraudador, políticas que convierten la justicia en testimonio, más que en arma de lucha para un pueblo.



¿Qué puerta abre una concluyente mayoría insatisfecha? ¿La misma que se abre en Francia? ¿Diferente del rumbo que parece tomar el norte de Europa con su giro ultraderechista? ¿Qué confrontaciones atestiguaremos en un futuro no muy  lejano? ¿Es ésta. realmente, la puerta por la que la socialdemocracia se planteará huir del modelo económico que ha bendecido en los últimos años y que la lleva a una inexorable desaparición? La bola de cristal 2014 está en marcha.






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