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lunes, 12 de noviembre de 2012

PRECISIÓN SEMÁNTICA Y FILOLÓGICA EN LAS TERTULIAS.

Reconocer que un micrófono transforma las habilidades de personas transmisoras de  imagen apocada -visualmente-, pero agresiva y segura de sí mismas en las ondas, incluso una imagen simpática, al antiguo y viejo estilo de los tertulianos de casino que mostraban sus excelencias intelectuales siempre entremezcladas con las píldoras del gracejo de macho alfa -que se siente muy superior a los demás- no puede sorprendernos lo más mínimo, o sí. La capacidad de sorpresa es gratuíta y uno puede asombrarse cuanto quiera. Sabemos que unos amigos, hombres, unidos  por la heterodoxia más ancestral de la educación preconciliar, pre-wertiana, son capaces de casi cualquier cosa si todos se hacen eco del pensamiento único exhibido en algunas emisoras de radio, capaces incluso de minar la seguridad de quien cree estar avalado por las leyes que el Estado expone como conjunto de normas útiles para nuestra convivencia. No debería ser noticia, no es noticia, babear frases poco meditadas e hirientes para cualquier colectivo; no es noticia expresar las opiniones propias, incluso aunque contradigan la normativa vigente sobre cualquier ley referida a la libertad de prensa, de expresión o  la libertad de ser arrogante, impreciso, desvergonzado, irrespetuoso, cínico y muchos más adjetivos al referirse con gracejo, siempre de casino, (hago hincapié en ello) a que una ley avalada por el Tribunal Constitucional no fuera aprobada por un parlamento  soberano y ratificada por un tribunal competente para ello sino un capricho para  "dar porrrr culo". Dicho así cualquier otra apreciación semántica huelga. Es de recibo introducir en la tertulia -excepcionalmente moderada- que da igual si uno se casa con su burra, mula o una oveja, que es más "amanosa" (por cierto, la palabra no existe en la RAE pero la peculiaridad de la gracia merece que se introduzca en la charla) cuando se habla de la ratificación por parte del Tribunal Constitucional de convertir en plenamente "normal" el uso de la palabra matrimonio para todo tipo de uniones, independientemente de los sexos que las integren. Y se apostilla que el origen de la palabra -algún tertuliano no ha preparado bien el tema y no lo conoce sin la ayuda explicativa del más socarrón y gracioso (acepción quinta de la RAE), capaz de hacer chistes hasta del vuelo de algún ave- filológicamente tiene un significado que no se corresponde con la idea real de matrimonio en el siglo XX, entre otras cosas, porque nuestra sociedad es sociedad patrimonial  y no matrimonial pero la consideración democrática de valoración de ocho votos a dos no es valedera en ningún argumento -pobres "juececillos" de poca monta que me llevan la contraria a mí (el más gracioso de mi casa y de la tertulia con ese afán actoral de "gracioso" en la acepción seis de la RAE. En cualquier caso, sólo escucho una voz en concordancia, con el lugar en el que se encuentra, haciendo referencia a verdaderos juicios  ordenados y argüidos con precisión doctoral. Entre tanto y en ocho minutos y cuarenta segundos tengo que sentir la vergüenza de quien es de nuevo señalado por actitudes  más cercanas al fascismo franquista de hace cuarenta años que de la variedad ideológica supuesta en una democracia en el que el valor de la tolerancia debería estar por encima de cualquier mención que equipare el matrimonio homosexual, con casarse con una mula, burra o (amanosa) oveja y simpáticas gracias de casino en una tertulia radiofónica que se supone política y argumentativa. Como decía el filósofo Juan de Valencia: "Tá tó mú guapo". 

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