A medida que pasan las horas, transcurren entre noticias de todo tipo y chascarrillos varios, llega a mi retina la imagen de un niño de 10 años golpeado salvajemente, ésa es la imagen, y a no ser que después se anuncie algo diferente, tiene un responsable directo: que es el Ministro del Interior de este país. ¿Qué consigna son las que este hombre ha dado a su policía para que sus más adeptos miembros sean capaces de una hazaña tan vergonzosa como cobarde? ¡Un niño de diez años! Estamos locos, hemos perdido el norte, y no digo que no fueran dolorosas las imágenes de los jóvenes vapuleados y golpeados en el 15-S, incluso aquellas imágenes tétricas de unos ancianos jubilados, probablemente, golpeados sin compasión por la policía ese mismo día. Siempre he sabido que la férrea mano de la razón está con quien se cree poseedora de ella, es decir, alguien tan extremo en su carácter ético como un seguidor del Opus Dei, ya sabemos hasta donde son capaces de llegar cuando les asiste la razón del Dios y el trabajo.
Y para colmo de los colmos encontramos a un crecido, sólo de boquilla, ministro Guindos diciendo (permítanme la exageración) algo así como "L'Etat, c'est moi". Todo ello mientras leo que los trabajadores de Telemadrid adelantan la crónica grabada 36 horas antes por el señor Tertsch, de nombre Germann, como Monster, pero con otro apellido castizo madrileño que ya da por vivida a priori la huelga: poco efectiva para quienes la convocaron y dejaron de nuevo la marca España como una bacinica, de ésas que tanto adornarían el pasillo o el salón de su hogar.
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