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miércoles, 24 de octubre de 2012

"ande yo caliente....."

Entre nervaduras góticas transcurren los días impacientes de tocino y almendras. Vale, -es una chorrada como comienzo- me importa tres pepinos que el sistema esté diseñado para que unos pocos puedan hacer lo que venga a bien y mejor a los 
grandes capacitados para decidir sobre el hambre de los demás. Suelen decir que el periodismo ha muerto gracias a las actitudes de buenos y mejores ejemplos de la profesión, la idea primigenia de ser un valor democrático que controle la realidad social que mueve la política, cómo lo hace y cómo lo evita, ha quedado obsoleta. Ahora se descubre que el periodismo (remunerado) es el gran mal del siglo XXI, junto a los sindicatos, el bienestar social y la democracia (bueno, a lo que llamamos democracia y que ha quedado en ser una simple sombra salida de la caverna platónica). Lo bueno y pertinente es saber que la gente de a pie le gusta que restrinjan sus derechos, que conmuten su bienestar por una vigilancia que asegure sus vidas de plastilina y, ante todo, que eliminen del diccionario la palabra libertad o simplemente transformen su significado en algo completamente distinto. Pueden echar un ojo a un libro titulado "Historia de seis ideas" de Tatarkievicz para comprender la capacidad humana de transformación de significados, a través del ingenio y la especulación lingüística a lo largo de la historia. Aunque haya recibido un suspenso de mi profesora de estética (María Josefa Alcaraz León) podría desarrollar la teoría del entendimiento de Locke con el fin de hacerles entender lo persuasivas que son las oratorias sofistas que se usan para convencer de lo uno y lo contrario. Asistimos a ello día a día en las explicaciones que sobre cualquier cosa dé la señora Cospedal o la expresidenta (ahora funcionaria) Aguirre, por no hablar de otros impresentables menos carismáticos que llevan a sus partidos políticos a cuidados paliativos. El entendimiento pasivo, como el alma pasiva o una actitud democrática pasiva, sólo significa que me las den todas, que me conformo y me place lo que me dan sin hacer o decir nada que transforme mi entorno: así, no va la cosa.
En los últimos tiempos, después de servirse del trabajo y la capacidad de los periodistas para llegar a un gran público, informar y tener controlada la información entre los más pelotas o afines a los partidos que diseñan las estrategias de comunicación, llegan los nuevos tecnócratas de este insano nuevo régimen de escasas libertades y dicen que sobran los trabajadores de la comunicación, total, unos pocos medios bien controlados por el poder pueden disponer de la información suficiente “elaborada”( léase manipulada) como para que el resto juegue a ser periodista a través de las redes sociales, denunciando a diestra y siniestra, evidenciando lo no idóneo, echando sapos y culebras, entre otras intenciones, para acabar con una injusticia manifiesta. Pues sepan todos, todas, que este sistema mercantilista de la información algún día lo necesitarán, y será cuando se den cuenta de que la verdad no es nunca absoluta, tendencia a la que derivamos. No daré aún pistas, pero lo pagaremos caro. Toda involución siempre tuvo una respuesta que se llama revolución. Busquen las etimologías y, de paso, busquen en la historia. Lo imposible no existe, aunque sea injusto. 

Alguien que ve cómo la injusticia se instala a su alrededor sin poder hacer nada y ni siquiera poder gritar a los cuatro vientos el nepotismo con el que se da trabajo en organismos públicos a cuñadas, nueras, hermanos y "mamones" varios, y ve el silencio corporativo de los directores, el consentimiento y tolerancia implícita con que afrentan tales nombramientos, mientras a un mismo tiempo empiezan a decidir a quienes echar a la calle y a las fieras (bancos, paro, gobierno etc...) y no puede gritar a los cuatro vientos la injusticia que supone, es que ya no está vivo, es que el sistema le ha seducido con ese bonito eslogan -máxima de la idiosincrasia española- que dice: "ande yo caliente....." Que conste que me sigue dando mucha vergüenza mirar a la cara de algunas personas de mi entorno social, y lo peor de todo es que no me importa decirlo, aunque eso signifique ser un proscrito marcado con el látigo de la indiferencia o del martirio. Buena semana.

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